Esta semana se cumplieron 9 años de la desaparición física de Carlos Hugo Aparicio, ocurrida el 2 de abril de 2015. Había nacido en la jujeña localidad de La Quiaca en 1935, trasladándose junto a sus padres y hermanos a la ciudad de Salta cuando tuvieron que comenzar los estudios secundarios.

La familia de Aparicio se instaló en el barrio de El Pilar, ubicado en aquellos tiempos en la periferia de la ciudad capital salteña, un espacio con calles de tierra y un aura vinculado a los márgenes citadinos.

Será precisamente esta fisonomía la que tome Aparicio para desarrollar su literatura. De hecho, su libro icónico, Pedro Orillas, está basado en una mirada desde los márgenes, los bordes.

Aparicio en brazos de su padre. La Quiaca 1940 (Imagen: gentileza Alejandro Arroz). 

Justamente, esta obra será puerta de entrada a la obra de Carlos Hugo, así como fuente de atracción e inspiración para artistas de diversas disciplinas: literatos, músicos, artistas plásticos y visuales, entre otros.

Uno de estos casos es el de Alejandro Arroz, quien de forma casual se encontró con la obra del maestro Aparicio y comenzó un derrotero que lo llevó a profundizar en sus letras y a llevarlas al género audiovisual, terreno en el cual Arroz habita.

Con esta premisa surge la conversación sobre un anecdotario personal, de amistad y luego de difusión de la obra del fundamental escritor norteño a 9 años de su fallecimiento:

-¿Cómo llegás a la figura de Aparicio?

-Llego a su figura en Buenos Aires, donde me fui a estudiar cine. En esos años trabajaba en un banco junto al artista plástico Alberto Klix, con quien trabé una larga amistad. Él me preguntó si no había leído los cuentos de Carlos Hugo Aparicio del libro Sombra del Fondo, y en una tarde muy animada se puso a contarme la trama de alguno de los cuentos. En Buenos Aires no se conseguía así que me hice mandar el libro desde Salta y quedé atrapado con su magnífica narrativa.

-¿Qué fue lo que te llamó la atención?

-Que era una literatura de las orillas y ciudadana, como no había leído antes en Salta y que nada le envidiaba a autores que admiro como Horacio Quiroga o Edgar Allan Poe. Por otro lado, mi padre era amigo de Aparicio porque eran vecinos y ambos jugaban al básquetbol pero en equipos rivales, lo curioso es que ninguno de los dos superaba el metro setenta y fueron campeones en distintos años.

Arroz y Aparicio (Imagen: gentileza Alejandro Arroz). 

-Por esa situación lo conocés…

-Claro, en ocasión de haber ganado el Primer Premio Regional de Literatura, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación, Aparicio fue a recibirlo y ahí lo esperábamos para ir a festejar. A pesar de nuestras diferencia de edad, inmediatamente trabamos una larga amistad que duró hasta su muerte.

-¿Allí comienza a nacer la idea de trabajar sus cuentos en audiovisual?

-Así es, y después de meses de trabajo, el primer proyecto. que fue hacer una película con su cuento Los bultos, quedó cancelado por mi imposibilidad de adaptar el final al lenguaje cinematográfico y comencé a seleccionar otros cuentos para adaptar. Los elegidos fueron: La pila de ladrillos, La búsqueda y El último modelo, con fragmento de Las sobras y un poema. Trabajamos junto a Claudio Huck mano a mano con Aparicio, él era muy cinéfilo y nos hacía grandes aportes al guión, cosa que no pasa con todos los escritores. Sabía muy bien que el guión no sería una ilustración de sus cuentos sino una adaptación. Con Claudio hicimos varios viajes desde Buenos Aires para verlo acá en Salta y consultarlo, nos reuníamos en la Biblioteca Provincial donde él era su director. Aparicio quedó muy contento con el guión y con la película. Así nació Luz de Invierno.

-¿Cómo fue la recepción del film?

-Cuando se estrenó en Salta estuvo 10 semanas en cartel y fueron más de 20.000 espectadores solo en la provincia, cosa que ninguna otra película salteña pudo repetir. En esa oportunidad Aparicio dijo: “La película me devolvió todas las sensaciones, es humanamente hermosa. Captó la esencia de los cuentos, quedé muy conmovido”. Posteriormente comenzamos a trabajar en la adaptación de la novela Trenes del sur. La novela es muy compleja pero Aparicio me tranquilizaba diciéndome que él sabía qué era lo importante para llevar al cine, pero lamentablemente su salud se deterioró y no pudimos seguir trabajando juntos, yo ya había vuelto a Salta y nuevamente junto a Claudio Huck y Norberto Ramírez decidimos pensar una serie sobre 8 cuentos de Aparicio, que felizmente pudimos llevar a cabo gracias a los concursos de la TDA organizados por el INCAA.

Storyboard de Alberto Kilix, del film Luz de Invierno (Imagen: gentileza Alejandro Arroz). 

-¿Qué cuentos trabajaron en esa serie?

-Repetimos el cuento La pila de ladrillos, que nos encanta, pero esta vez el guión y la dirección estuvo a cargo de Claudio como director invitado, los demás cuentos son Las sobras, pero en versión completa, un cuento con una actualidad abrumadora, El tema libre, El llamado, La cábala, De fiesta, El dichoso límite, que en alguna manera se emparenta con Los bultos y Lo oscuro de todo, que toca el tema de un afrodescendiente enamorado de una “rusita”, historia de amor que Aparicio repite en Trenes del sur y confiesa como un amor adolescente.

-Es imposible no hablar del célebre Pedro Orillas, ¿qué te sugiere?

-En los 90 leí el libro Pedro Orillas. Dino Saluzzi, que fue muy amigo de mi padre “Pajarito” Arroz, dijo una vez: “Nosotros no lo podemos ver, pero Pedro Orillas está siempre presente. Es la manifestación de la vida humana. Carlos Hugo Aparicio tuvo la virtud de expresar algo que no se va a borrar nunca”. Saluzzi musicalizó los poemas de Pedro Orillas y el disco salió en 1970 como una obra integral. Pasada la dictadura militar comencé a buscarlo sin éxito, y una vez estaba con Tati Vitelli, cantante de Los Nocheros de Anta y de Pedro Orillas, pero no tenía el disco en su poder. En ese disco el gran actor Héctor Alterio lee varios poemas de Aparicio, para esa época Alterio ya había ganado el Oscar por La historia oficial. Finalmente pude conseguir el disco, escucharlo por primera vez y deslumbrarme por la formación musical de excelencia en la grabación. Luego sucede algo muy interesante. Daniel Aparicio, su hijo, me hizo escuchar El vals de nosotros cantado por José Ángel Trelles y me entero de una particularidad asombrosa para la cultura salteña: Saluzzi además había compuesto varios temas más sobre poemas de Aparicio. Los hizo conocidos Trelles, porque los incluyó en su primer disco solista Mi canto y mi tiempo. Aquí se me revela otro asombro con el tema El vals de nosotros, poema incluido en su libro Romance de Bar, en el disco de Trelles el propio Dino Saluzzi toca el bandoneón, pero Trelles luego graba otra versión en donde toca el bandoneón el propio Astor Piazzolla, es en su disco Balada para un loco (1975) O sea que ¡Astor Piazzolla tocó un tema de dos salteños!

Aparicio junto a Piazzolla (Imagen: gentileza Alejandro Arroz).

La obra de Aparicio continíúa vigente gracias a los difusores que continúan con su valoración constante y buscando las maneras de seguir manteniéndola presente y con actualidad.

Justamente, el miércoles 17 de abril, Robin Lefere, catedrático de Literaturas hispánicas en la Université libre de Bruxelles (Bélgica), organizó un encuentro virtual entre los estudiantes y Alejandro Arroz para conversar sobre la película Luz de Invierno y seguir difundiendo la obra de Carlos Hugo Aparicio.

En un plano local, la editorial Ediciones BTU de Salta, tiene en preparación la edición de las obras completas de Aparicio en el marco de una colección titulada “La pluma de oro”, en donde se recogerán obras de los autores clásicos de la literatura salteña.