Ocho niños de la comunidad wichí fallecieron en la provincia de Salta en lo que va del año 2020.

El ex gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey creó en 2015 el Ministerio de la Primera Infancia y a la vez tercerizó mediante convenio la atención de la salud a través de Abel Albino, un oscurantista pediatra mendocino, integrante del Opus Dei, presidente de la Fundación CONIN (Cooperadora para la Nutrición Infantil), quien venía siendo asesor del partido gobernante PRO en materia de desnutrición infantil.

A cargo del Ministerio de la Primera Infancia fue designado el contador Carlos Abeleira, también del Opus Dei. Ese ministerio fue disuelto por el nuevo gobernador Gustavo Sáenz, aunque sin brindar la necesaria información acerca de las actividades llevadas a cabo y de las ejecuciones presupuestarias respectivas.

La pediatra y diputada provincial por el Frente de Todos Gladys Paredes denunció que en dicho ministerio “lo único que existía eran contrataciones de fundaciones en las que se fue dinero que servía para comprar leche a los niños”.

En abril de 2016 el gobierno de Macri, por intermedio de la entonces ministra de Desarrollo Social de la Nación, la abogada Carolina Stanley, suscribió otro convenio con Abel Albino por el cual la ONG que él presidía recibió un monto de 100 millones de pesos para la apertura de 30 nuevos centros de atención a la primera infancia y el fortalecimiento de otros ya existentes. La metodología de trabajo, así como la capacitación de los profesionales actuantes, quedó a cargo exclusivo de dicha ONG, sin ninguna intervención del Estado.

Albino ya había sido beneficiado con otros convenios con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, durante el mandato de Mauricio Macri, como así también con el abogado Alejandro Finocchiaro, ministro de Educación de la Nación, para “mejorar las condiciones de educabilidad de los niños entre 3 y 5 años”.

Este célebre pensador medieval, al que se subsidió para la atención de la salud de los niños salteños (entre ellos los wichí), ya registraba desopilantes aunque trágicas expresiones en sus libros: “El sexo es una maravilla que tenemos para contribuir a la obra de Dios, no para divertirse”. “La masturbación es una adicción y genera angustia”. “La mujer debe esforzarse por ofrecer al hombre su virginidad tanto física como moral”.

Sobre la especialidad acerca de la desnutrición infantil, que su fundación propone combatir con el uso de los recursos económicos que recibe del Estado, despliega una increíble y forzada relación con la sexualidad. Así afirma que “la desnutrición infantil es una enfermedad cultural propia de sitios en los que al acto sexual (…) se lo suele llevar a cabo compulsivamente, bajo los efectos de una vehemencia descontrolada e irracional que pretende la mera satisfacción de un placer instintivo por parte del varón”.

En ocasión de las argumentaciones sobre la alternativa de la despenalización del aborto, en su exposición en el Congreso Nacional, en julio de 2018, Abel Albino --entre otros muchos y graves extravíos-- desestimó el uso de preservativos para la prevención de enfermedades afirmando indubitablemente que “el preservativo no protege del sida porque el virus atraviesa hasta la porcelana”.

A pesar de semejante perfil, el presidente de entonces, Mauricio Macri, salió en su defensa afirmando que “trabaja para el gobierno nacional desde su fundación creando centros de inclusión infantil”. Y agregando que “su tarea es muy buena, en lo que trabaja él es reconocido no solo nacionalmente sino internacionalmente. El trabajo que él hace, lo hace muy bien”.

La diputada salteña Paredes, en noviembre de 2018, se refirió a este personaje diciendo “cada vez que Abel Albino realiza alguna declaración a mí me da vergüenza. También me avergüenza que un tipo así dicte las políticas sobre la niñez en esta provincia donde hubo y hay pediatras de enorme trayectoria”. 

Mientras tanto, la actual ministra de Salud de Salta, la pediatra Josefina Medrano, reconoció que “se está analizando qué pasó con los fondos destinados a CONIN para las obras”.

Los niños wichí fallecidos ponen en evidencia, dolorosamente, que la transferencia de la responsabilidad estatal hacia cierto tipo de fundaciones no garantiza la salud y la vida misma de la población.

* Trabajador social y profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).