Según el director de cine y escritor ruso Andréi Tarkovski (1932- 1986), el cine tiene la capacidad de fijar el tiempo, “de esculpir un bloque de tiempo a partir de una idea para dejar al descubierto la imagen cinematográfica”. Gran parte de su filmografía fue declarada de dominio público y puede verse en YouTube. En su producción de 1962, “La infancia de Iván ”, la guerra aparece como una fuerza que desrealiza el mundo.

La guerra es la locura de los seres, las cosas, el tiempo. Borra los límites entre el sueño y la vigilia, la ficción y la realidad, el día y la noche. Mata a todos, sin excepción. Mata incluso a los que sobreviven.

Esta visión fantasmática y onírica del conflicto se expresa, además, a través de la mirada de un niño. “Iván es lo que la historia ha hecho de él”, escribió Sartre. El pequeño necesita de la guerra, la violencia y la venganza, porque no conoció otra cosa. “No vive entre nosotros”, señaló el filósofo francés.

La película, que ganó el León de Oro en Venecia, es la adaptación de la novela Iván, del escritor ruso Vladimir Bogomolov (1924-2003). La obra de Bogomolov, de la que el guión por momentos toma distancia, se convierte en una serie de imágenes y diálogos oníricos en los que los conflictos internos de los personajes conviven con los hechos bélicos, que aparecen borrosos, como en un más allá siempre al acecho.

La guerra nada tiene de épico ni de heroico. Es una pesadilla de la que no se vuelve. Y vistas desde la mirada del pequeño Iván, tanto la guerra como la infancia son tragadas por una bruma aterradora, que conmueve y es capaz de instalarse en la mente de las espectadoras y los espectadores, como un viejo y temible virus.

La infancia de Ivan, dirigida por Andréi Tarkovski, disponible en YouTube