Se dice que en la elección entre la bolsa o la vida es forzado hacerlo por la vida. La elección solo consiste en saber si uno se propone conservar una de las partes , ya que la otra desaparece de todas formas. Si se elige quedarse con la bolsa se perderá la vida, ergo… la bolsa también ¡!!!!!!.Si se elige quedarse con la vida, se quedará desprovisto de la bolsa, es decir, se pagará un precio. Esta elección forzada se ubica en un plano ético, implica admitir la única salida posible para defender un valor supremo. Entonces, la alternativa es falsa, si elijo la bolsa implica que lo pierdo todo, si elijo la vida, me queda la vida sin bolsa, una vida cercenada. De vuelta: está la imposibilidad de conservar ambos al mismo tiempo y también la de su desaparición simultánea. En términos lógicos, la bolsa es un elemento común de los conjuntos (A—bolsa y B---vida). El conjunto bolsa tiene un solo elemento (la bolsa y el conjunto vacío, que es parte de todo conjunto y operador secreto). El conjunto B tiene más de un elemento, al menos la bolsa y la vida (y los que hay en el conjunto vida). De este modo, cuando se dice “la bolsa o la vida “ no se percibe que se están confundiendo el conjunto y sus elementos. La cuestión es que ¡solo uno de ellos vale también como conjunto! Ahora bien, la pandemia provoca un franqueamiento lógico.

“¡Chocamos!”, fue la expresión del escritor Alessandro Baricco , cuando en Italia apareció el colapso. El choque devino en catástrofe, hubieron muertos contados de a miles. Se comprendió entonces que la bolsa se pierde inexorablemente más allá de las estrategias de cuarentenas rígidas o blandas. Se advirtió que también se pierde la vida no habiendo tenido jamás la posibilidad de tener la bolsa…Entonces… cuando la selva arde y nadie prendió un leño, ¿qué queda?

La apuesta será la de retener la vida, ya que hasta peligra "la elección forzada” que propone este ejercicio lacaniano. La decisión es entonces la de mitigar las muertes, ¿será posible festejar las muertes que no ocurren? Hay quienes hablan de “muertos imaginarios”, ¡aunque los de Brasil y de Chile parecen bien reales! Otros se empecinan en “tomar el riesgo de la vida” como si la muerte no acechara (salir del refugio a estirar las piernas en la segunda guerra no habría sido un buen consejo). También habrá que incluir a los que de manera consciente o sin saberlo defienden un “darwinismo sanitario” ( ¡menos planeros! sin hacerse cargo que la desgracia vino ¡de los viajeros!).

En suma, los periodistas ansiosos , los comentadores irresponsables, los disfraces tanáticos que hoy muestran su cara obscena de pandemia, seguirán con su debida negación maníaca convirtiendo el manejo de la crisis en contienda partidaria. Pero aún así --y más allá de toda lógica-- se sostendrá la apuesta, en la que muchos despliegan tenazmente el eros necesario --resistiendo a tanta muerte-- a contener el valor supremo de la vida.

* Licenciada en Psicología.