De un lado están los que llegaron primero. Más allá, los que se apostaron a continuación de la ampliación del barrio Parque La Vega, a un costado, los que se apostaron a la vera del canal Tinkunako. Hay más, pero, sobre todo, afuera están los que vienen a disputar estos terrenos. Así, agitadas, nerviosas, están las cosas en la gran extensión de terrenos baldíos de la zona sur que vienen siendo ocupados por familias que aseguran no tener vivienda propia y que el ajuste de ingresos por el aislamiento les impide seguir pagando alquileres. 

Según cálculos de la Policía, se trata de unas 600 familias distribuidas en seis grupos de asentamientos, en baldíos que se extienden desde la ruta provincial 21 mil metros adentro, en el sur de la ciudad de Salta. Desde la ruta, o avenida Gaucho Méndez, se ve poco, apenas un caminito abierto entre los pastos cubanos altos, hay que cruzar la cuneta (profunda) y atravesar la cortina de pastos para dar con el paisaje de carpas y plásticos extendidos hasta donde se pierde la vista, entre los desniveles marcados de ese descampado lleno de piedras. 

Natalia Yapura es la delegada de las 200 familias que están ubicadas en primer lugar, ni bien se atraviesa la cortina de yuyarales. Ellos son los primeros, se instalaron el miércoles último. Salta/12 estuvo en ese lugar ayer, en un momento de tensión evidente provocado por un rumor: "Nos dicen que están viniendo los de la CCC a echarnos, que nos van a quitar los terrenos". Nadie supo explicar de dónde había surgido el rumor. 

Sobre la ruta, había una concentración de vecinos, de la toma la mayoría, aunque también había un grupito pequeño que no parecía ser ocupante y se movilizaba en camionetas 4x4. Había policías de a pie, luego llegó la Caballería y otros grupos vestidos como infantería con móviles y armas largas. 

Yapura habló con Salta/12 en ese contexto, rodeada por otros ocupantes que hablan a la vez, apurados para contar sus necesidades, por explicarse, y para reclamar la presencia de alguna autoridad. "Estamos aquí porque no tenemos dónde vivir, ¿por qué el gobernador no viene a hablar con nosotros?", reclamó la delegada. 

Yapura es madre sola de dos niños pequeños, es trabajadora de las que llaman independientes, tenía un carrito con el que vendía sánguches en el centro, claro que desde que se decretó la cuarentena su trabajo se terminó. Alquilaba, pero ya no, porque vive de la Tarjeta Alimentar y no tiene plata para pagar "$7.000, $8.000 de alquiler". Por eso decidió participar de la toma. En su carpa ayer se hizo una olla popular. 

Tres del grupo de hombres jóvenes que la rodeaban hacen afirmaciones similares, de las palabras superpuestas se entiende que uno está desocupado, "no queremos que nos regalen, queremos pagar los terrenos", se escucha decir a otro. 

Yapura insiste en que su historia es de lo mas común, en que los demás ocupantes comparten vivencias parecidas, e invita reiteradamente a visitar la toma y hablar con cada uno de los nuevos vecinos.

Y se corta la conversación, porque los que venían están llegando. Hay gritos y corridas. Los hombres, machetes en mano, los mismos machetes que usan para cortar las malezas y limpiar los terrenos, saltan la cuneta y se pierden en el caminito entre el pasto. Yapura corre, otros que estaban más retirados, cerca del canal, también corren. Hay un momento de confusión. 

Dentro, en la toma reina la agitación. Yapura se queda en su carpa, desde donde trata de controlar la situación. Los hombres salen disparados al fondo, donde los de afuera están llegando. Una joven toma a su hijito, una silla y una bolsita y se va. Otra joven llega del fondo a avisar que se ha logrado la unión con el asentamiento más cercano a Parque La Vega, y todos serán uno, de manera que podrán resistir a los otros pobres que llegan a disputar terrenos. 

Cuando finalmente llegan los de afuera, la Policía, con patrullas que atraviesan el asentamiento, se queda expectante. Después de un intercambio tenso, las cosas se calman. Y resulta que los que venían eran del barrio Vélez Sarsfield

"Son políticos, gente que se mueve con la política, nosotros no queremos tener nada que ver con la política", sostiene Yapura. Y vuelve a insistir en que su grupo, el de 200 familias, se instaló primero en el lugar, y no cederán los terrenos. 

Yapura hizo un listado de estas familias, e hicieron una parcelación, cada familia ocupó un espacio de 10 x 20 metros, demarcado con cintas. La delegada asegura que sobre todo son madres solas, y algunas están solas porque huyeron de parejas violentas. 

En una carpa vecina, Milena Romero, 23 años, tres hijos, es la confirmación de esta afirmación. "Yo trabajaba comprando y revendiendo cabello y ahora no puedo viajar", cuenta. Hasta el miércoles estaba viviendo en una pieza que le habían prestado para que pudiera alejarse de su pareja violenta. Ni carpa tiene en realidad, y está ocupando una también prestada, "para que pueda dormir mi hijita". 

No quieren ponernos en la lista 

Santiago Moreno integra un grupo de los que llegaron después, unas 30 familias que el jueves al atardecer se ubicaron al costado del canal Tinkunako y casi debajo de las antenas de alta tensión que atraviesan esas tierras. Un límite natural, una especie de lomada coronada por una hilera de árboles, los separa del resto de asentamientos. 

Es de noche cuando habla con Salta/12, está preocupado porque "un comisario que no dio su apellido dijo que tenían orden de desalojo y que en estos días la van a ejecutar". 

Los terrenos donde están los seis asentamientos pertenecen a distintos dueños particulares. Una porción era parte de la finca Marinaro. Y hay denuncias por las ocupaciones. Esa es la situación que comparten unas 450 de las 600 familias, las otras 150 han tomado terrenos al costado del canal, una zona inundable y aún más desapareja, con una ondonada profunda, de tierra gredosa. 

Extraoficialmente la Policía informó que no tenían órdenes de desalojo, pero las cosas en la toma son dinámicas y solo hay un asentamiento, el más próximo a Parque La Vega, que está comprendido en la mediación que lleva adelante el fiscal penal Pablo Paz

Moreno tiene quejas para cuatro delegadas de otros tantos asentamientos, entre ellas Yapura. "No nos quisieron anotar", cuenta. Dice que por eso las 30 familias designaron un delegado propio, que ya armó una lista, con sus nombres, fotocopias de sus DNI y datos de su grupo familiar, porque quieren que se regularice su situación. Y pone alguna esperanza en la visita, el sábado, del diputado nacional Juan Ameri, que se comprometió a ayudarlos. Moreno tiene empleo, pero "un alquiler hoy en día se nos complica". "No pido que me regalen nada, no queremos nada gratis", insiste tras relatar que intentó muchas veces inscribirse en el IPV, y no lo consiguió porque "siempre falta algo". 

¿Dónde están anotando?

¿Y cómo decide alguien ir a una toma? Yapura dijo que las 200 familias son de distintos lugares, que se reunieron y decidieron ocupar estos terrenos que estaban vacíos, sin dar utilidad. 

Otros ocupantes aportan más datos para entender el proceso de la toma. "Nosotros somos de Rivadavia Banda Sur, de La Unión somos. A mi mujer la operaron del corazón y nos agarró la cuarentena aquí y no pudimos volver", contó Raúl Pastor Condorí. En eso estaban cuando se enteraron de la toma y decidieron ocupar un terreno, para dejar la casa de un pariente, donde estaban pasando el aislamiento por la pandemia. 

Condorí contó que no tiene "ningún beneficio social", que en La Unión trabajaba como electricista; su mujer, Marta Arroyo cobra la Asignación Universal por los cinco hijos que tienen. En la toma, son pobres entre los pobres, porque solo tienen un plástico a manera de carpa, "ni cuchara tenemos", dice Condorí, y pide que "los medios de comunicación ayuden" contando que necesita de todo.

Moreno se enteró de la toma por un vecino que hace tiempo vivía en la calle. Le contó a un compañero de trabajo y juntos decidieron instalarse, para tener un terreno. 

Fuera de la toma ha pasado la agitación, pero todavía hay curiosos. "¿Dónde están anotando para las tierras?", pregunta un hombrecito con timidez. Cuenta que es albañil, y no tiene trabajo, que ya no puede vivir donde alquila y quiere ocupar un terreno.