Según la archivística, un fondo es el conjunto de documentos producidos o reunidos por una persona, organización o institución en el transcurso de sus diferentes actividades a través del tiempo. De esa consideración se desprende que “hay tantos archivos como personas”, pero “sólo una ínfima parte ingresa a una esfera pública, se patrimonializa y convierte en un bien común para toda la sociedad. Esa frontera entre los archivos que ‘mueren’ con las personas o que quedan atesorados en una esfera familiar o de grupos de afinidad, y aquellos que la trascienden es móvil e históricamente determinada”, explicó la archivista Eugenia Sik del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) al Suplemento Universidad. En otras palabras, los contextos sociales y políticos determinan quiénes son “personas archivables”.

En el siglo XIX, “el criterio de selección estaba atravesado por la idea del gran político u hombre de letras o de las artes” y “muy atado a la figura del genio o de una persona absolutamente rutilante”, apuntó Sik. A partir de la década del 70, esa dinámica comenzó a resquebrajarse. Fruto del aporte de las corrientes feministas, el movimiento por los derechos civiles y las corrientes microhistóricas, entre otras, se comenzó a focalizar “en otro tipo de personas, de las que había muchas menos huellas por ser marginadas socialmente o por entrar en el umbral de lo considerado ‘común’”, detalló.

Según la archivista del CeDInCI (que tiene un programa de colaboración con la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) desde 2010), en nuestro país el fenómeno es más reciente: “Desde la década del 80 creció en la historiografía local la pregunta por los y las trabajadoras, los movimientos sociales y las corrientes políticas alternativas, y es en este siglo que se multiplicaron los esfuerzos e indagaciones académicas, así como la apertura de nuevos archivos y la relectura de los archivos existentes”.

Para Vanina Agostini, licenciada en comunicación por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e integrante de Equipo de Relevamiento y Análisis de Documento de la Dirección Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa, la actuación de los hombres en “lugares privilegiados de poder ha llevado a que sus archivos cuenten con mayor apoyo para ser puestos a la consulta”.

En ese sentido, Agostini manifestó que “hay más chances de que sea puesto a consulta pública el archivo de un hombre que de una mujer, porque no hemos tenido las mismas oportunidades para ocupar altos mandos, pero también porque en casos en que hemos desarrollado trayectorias profesionales o personales destacadas no ha sido privilegiada la trasmisión de estas trayectorias”.

“La pregunta por cómo pensar los archivos desde una perspectiva de género está atravesada por una discusión más amplia y necesaria, vinculada a cómo pensar los patrimonios”, dijo la especialista a este Suplemento y enfatizó: “La palabra patrimonio ya tiene una connotación bastante patriarcal: ‘bienes heredados de los padres’”. Asimismo, sostuvo que “son las luchas por la reivindicación de género las que permiten otorgarle visibilidad” a los fondos producidos por mujeres.

En esa línea, Sik afirmó que la presencia de archivos de femineidades travestis o de lesbianas, y su revisita “es otra de las arenas de la lucha de la celebración de la existencia”. “Además de la pregunta sobre las mujeres en el archivo, la perspectiva feminista nos devuelve todo el tiempo la pregunta por los roles de género, por las fugas, por los espacios menos transitados”.

 

Al rescate de la historia

Desde el Área de archivos y colecciones particulares del CeDInCI, Sik consideró que “un archivo personal es una fascinante combinación entre formas de hacer socialmente estandarizadas y apropiaciones individualísimas y subjetivas de la producción documental”.

En varias oportunidades, los archivos personales de varones de distinta relevancia y actuación pública, resguardados en el espacio doméstico, “terminan al cuidado de las mujeres porque ellas asumen una gran parte de las tareas de cuidado”. En otras palabas: son quienes realizan tareas ligadas a la organización de los papeles, seleccionan la documentación que se tirará y la que se guardará, intervienen en la reordenación del archivo y se ocupan de su conservación física.

En el ámbito universitario, en su mayoría son las mujeres quienes asumen al interior de las casas de estudio “la tarea minuciosa de clasificar y describir meticulosamente cada documento”, dijo la directora del Archivo Histórico y Documental de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), Sonia Riveros, a este Suplemento.

“La mujer siempre ha tenido un papel protagónico en la historia, aunque por momentos invisibilizada según las condiciones históricas que le ha tocado transitar sujetada a unas prácticas de poder de dominación y control, pero el espacio en el que siempre se desempeñó activamente, más allá de los prejuicios, ha sido la educación”, sostuvo Riveros y, a partir de ese punto, analizó su devenir en los archivos universitarios “como poseedora de un legado y tradición que hay que custodiar y cuidar para garantizar así su transmisión a las nuevas generaciones”.

En tanto, el reconocimiento de las mujeres como productoras de fondos es más reciente. A nivel nacional, se destacan las producciones de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y figuras con intensa participación política e intelectual, como la médica y dirigente comunista Alcira de la Peña, la dramaturga Salvadora Medina Onrubia y la escritura Mirta Arlt, entre otras.

En este punto, la directora del Archivo Histórico y Documental de la UNSL, que integra Red de Archivos de Universidades Nacionales de Argentina (Aunar), indicó la influencia del “normalismo” sobre fines del siglo XIX y “el impulso que da Sarmiento a la educación y a la formación de la mujer como maestras, inspectoras, directivas y regentas”, quienes, “además de educar al pueblo” debían “reunir, conservar y archivar toda producción cultural y artística que emanaba de las prácticas docentes y áulicas de los propios alumnos, como ilustraciones y mapas”.

Para Riveros, la participación de Argentina en la Exposición Universal de París de 1855 y la exhibición de lo producido en las Escuelas Normales “permite encontrar respuestas acerca de porqué en los Archivos Escolares de las Escuelas Normales, como el que custodiamos en la Universidad Nacional de San Luis, se pueden encontrar hallazgos increíbles de series y unidades documentales completas que reflejan no sólo la historia de la escuela en ese momento, sino la vida cotidiana y sus dinámicas institucionales de aquel pasado”.

La visibilidad de las mujeres

La Red Iberoamericana de Investigación en Historia, Mujeres y Archivos es coordinada por Paula Caldo, de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Jaqueline Vassallo y Noelia García de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), y Yolanda de Paz Trueba, de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA), la Red Iberoamericana de Investigación en Historia, Mujeres y Archivos (Riihma) surgió como resultado del avance en las investigaciones de la línea de la historia de/con mujeres. El propósito de la red es ser un espacio plural y multidisciplinario, que promueva la generación de conocimiento en torno a la temática. Asimismo, pretende constituirse en un “marco de debate y reflexión en torno al vínculo historiográfico entre Historia, mujeres y unidades de información, que habilite un modo de mirar, y que incluya a las mujeres en los repositorios documentales distinguiendo en ellos las marcas femeninas”.

La Red profundiza en los cruces y tramas institucionales que sostienen la visibilidad de las mujeres en los archivos, bibliotecas y centros de documentación. Con un enfoque historiográfico y archivístico, aborda las dificultades y posibilidades de los archivos para hacer una historia de/con mujeres.

Foto: Gentileza Fondo Personal Adelina Dematti de Alaye. Archivo Histórico de la Provincia de Bs. As.