Desde Londres

El parlamento británico votó en contra de una enmienda que llamaba a un cese de fuego en el conflicto palestino-israelí. La mayoría de 168 diputados constituyó una rara victoria para el alicaído gobierno conservador de Rishi Sunak y un dura derrota para el líder del laborismo, Sir Keir Starmer.

En las últimas tres semanas el líder laborista se ha negado reiteradamente a apoyar un cese de fuego que cuenta con el respaldo de la mayoría de su partido y la opinión pública. Anoche unos 56 diputados, entre ellos ocho que podrían formar parte de un eventual gobierno laborista el año próximo, votaron en contra de esta posición.

Los ocho pagaron un alto costo político personal. Por su voto en contra se vieron obligados a renunciar como “frontbenchers”: miembros del gobierno en la sombra que forma el principal partido de oposición y que se sientan en la primera línea de bancas de la cámara ("frontbench").

¿Peligra el liderazgo de Starmer?

La rebelión es un cachetazo a la autoridad de Starmer cada vez más erosionada por el conflicto palestino-israelí. Hace tres semanas Starmer justificó el corte de suministro de gas y alimentos de Israel en momentos en que la ONU hablaba de una catástrofe humanitaria. La declaración de Starmer fue duramente condenada por el grupo de “Musulmanes laboristas” y provocó el abandono de siete concejales del bloque partidario en distintos municipios del país para formar monobloques independientes.

La rebelión anoche muestra que la crisis interna se ha esparcido al parlamento al son de la ofensiva militar israelí y la ocupación del hospital Al-Shifa en Gaza. Entre los ocho que renunciaron a lo que todavía se considera un seguro puesto en un gobierno laborista el año próximo, se encuentra la diputada Jesss Phillips, miembro del grupo “Laboristas amigos de Israel”, que ha criticado con dureza la respuesta militar del gobierno de Benjamín Netaniaju. “Tengo que votar de acuerdo a la circunscripción a la que represento, a mi conciencia y a mi corazón en medio del horror de la actual situación palestino-israelí”, escribió Phillips en su carta de renuncia.

En el sistema parlamentario británico cada diputado llega al parlamento por los votos de los miembros de su circunscripción electoral (no hay listas sábana). En el distrito de Phillips, Birmingham Yardley, un 20% de los votantes son musulmanes. En el conjunto del Reino Unido hay cuatro millones de británicos de origen musulmán. Además de sus conflictos de conciencia, Phillips y los otros 55 diputados que votaron a favor del cese el fuego, están defendiendo sus escaños en circunscripciones en los que el voto musulmán puede ser decisivo.

Las encuestas revelan además que un 80% de los británicos está a favor del cese de fuego. La corriente de simpatía, horror y solidaridad que ocasionó el ataque de Hamas ha cedido ante la virulencia del ataque israelí. “Con uno de cada 200 palestinos en Gaza muertos en estas cinco semanas de ofensiva militar israelí, con un niño de cada diez asesinado, con generaciones de familias borradas del mapa está claro que Israel quiere instituir una nueva Nakba, otra expulsión como la 1948 en la que 700 mil palestinos tuvieron que huir de sus hogares. Es lo que están diciendo algunos miembros del gobierno de Netaniaju abiertamente. Lo que dijo el ministro de defensa al expresar que están combatiendo a “animales humanos””, señaló en el “The Guardian”, el influyente escritor laborista Owen Jones.

El impacto político

Francia, Bélgica, España e Irlanda ya pidieron un alto el fuego y los horrores de cada día ponen en aprietos al resto de los líderes de la Unión Europea para virar su política pro-israelí de los primeros días. El presidente Joe Biden tuvo que salir al cruce de las críticas internas que recibió con una nueva defensa del cese de fuego y un débil pedido de respeto al derecho internacional y humanitario. En Estados Unidos las encuestas también indican un mayoritario apoyo a una tregua. 

Mientras tanto Starmer intenta contener la rebelión interna apelando a argumentos similares a los de Biden. La cómoda ventaja de unos 16 puntos que tiene sobre los conservadores le da un margen de maniobra de cara a las elecciones del año próximo. Pero asumiendo una posición que choca frontalmente con la tradición partidaria, Starmer corre el riesgo que hizo sucumbir al PRO en Argentina, maravillosamente definido el año pasado por el siempre recordado Mario Wainfeld: “comerse la cena en el almuerzo”.

A favor de Starmer están la crisis económico-social y de los servicios públicos, el costo de la vida, de los alquileres y las hipotecas. También el estado de descomposición en que se encuentra el Partido Conservador que enfrenta una nueva crisis interna sobre su dura política inmigratoria y su emblemático Plan de Asilo en Ruanda.

Un Plan ilegal

Ayer la Corte Suprema Británica declaró ilegal el Plan que consiste en enviar al país africano a los solicitantes de asilo en el Reino Unido, política considerada ilegal por las Naciones Unidas y la Convención Europea de los Derechos Humanos, de la cual el Reino Unido es miembro. En un intento de apaciguar a la ultraderecha partidaria que está pidiendo su renuncia, el primer ministro Rishi Sunak redobló la apuesta y señaló que firmaría un pacto bilateral con Ruanda para garantizar la ejecución de esta política sea como sea. Suella Braverman, destituida como ministra del interior el lunes, criticó la debilidad de Sunak y exigió que el Reino Unido abandone la Convención de derechos humanos de la ONU, algo a lo que Sunak se ha negado….por el momento.

Favorecidos por este panorama podrían salir el Partido Liberal-Demócrata y los Nacionalistas Escoceses. Ambos partidos pueden captar el voto musulmán, progresista y estudiantil que ha protagonizado multitudinarias manifestaciones pro-palestinas en las últimas semanas. Anoche, en torno al parlamento, decenas de miles de personas protestaron a favor de la propuesta de los Nacionalistas Escoceses para llamar aun cese el fuego. Entre los oradores se encontraba Jeremy Corbyn, líder partidario sustituido por Starmer , que empieza a aglutinar el creciente descontento de la izquierda partidaria, violentamente desplazada luego de la derrota electoral de 2019 ante Boris Johnson.