Fue uno de los mejores legados del Imperio Británico en Kenia, dijeron algunos cronistas cuando anunciaron la muerte de Daphne. Algo bueno dejó esa presencia colonial, dijeron otros. Convertida en “legado”, convertida en “algo”, Daphne, la bisnieta de escoceses nacida y criada en Kenia que vivió toda su vida salvando a elefantes jóvenes que la guerra por el marfil dejaba (y continúa dejando) huérfanos, salvaba estando muerta las culpas históricas de la codicia. 

Los antepasados de Daphne llegaron a Mombasa cuando el imperio les regalaba tierras para acrecentar sus arcas a quienes se animasen a las aventuras de la mudanza colonial, unos años después, cuando ella nació, su familia vivía en una granja en Gilgil, en el Gran Valle del Rift y fue allí donde la keniana europea creció rodeada de perros, un impala, una mangosta y un antílope huérfano. 

Ese antílope fue el primer animal que cuidó, su primera responsabilidad. Estudió en un internado, se enamoró de Bill Woodley, un amigo de uno de sus hermanos, se casó y se fue de luna de miel al Reino Unido. Fue guardiana conservacionista en el Parque Nacional Tsavo, pero a Bill (que había sido guardabosques del Parque Nacional de Nairobi) le gustaba la caza y a Daphne le gustó más David Sheldrick, el jefe de Bill, un naturalista ferviente que quería terminar con la caza furtiva. 

Se separó de Bill con quien tuvo una hija y se casó con David (con quien tuvo otra) unos años antes de que Kenia lograra su independencia. Juntos cuidaron y rescataron a cientos de elefantes bebés que el mercado del marfil dejaba sin madres. Pero mantenerlos vivos no siempre fue una tarea exitosa, la leche y el agua con glucosa que les daban no los alimentaba, las crías de pelusa suave y orejas rosadas estaban desnutridas y muchas morían. 

La solución la encontraron mezclando una fórmula de leche europea para bebés que contenía aceite de coco. El descubrimiento lácteo logró salvar a la mayoría de los elefantes huérfanos que David encontraba y que Daphne atendía: “llegaban traumatizados porque habían experimentado la violencia letal y la crueldad de la caza furtiva (…) hay que pensar en términos humanos porque son animales emocionalmente humanos. ¿Cómo se siente un niño cuando ha perdido a toda su familia y de repente está en manos del enemigo?” 

Cuando David murió (en 1977) Daphne volvió a mirar a los elefantes: “fueron mi consuelo, siempre he recurrido a ellos en busca de inspiración frente a la adversidad, pensé en el estoicismo con el que abordan la pérdida de sus seres queridos casi a diario, en cómo se afligen y en la valentía con la que nunca olvidan las necesidades de los vivos, trato de emular eso”. 

Fundó el David Sheldrick Wildlife Trust para la conservación, preservación y protección de la vida silvestre y publicó varios libros incluida su autobiografía: Amor, vida y elefantes: una historia de amor africana. En 2018, cuando Daphne murió, más de doscientos elefantes huérfanos eran criados en “su orfanato” y liberados después en la naturaleza. Otras mujeres en otras tierras continúan cuidando a diario a los elefantes, lo hace Soraida Salwala, la fundadora del hospital para elefantes de Tailandia y lo hacen las mujeres de Zimbabue. No son las únicas.