El día es este sábado 9 de marzo. La hora, 21. El lugar, La Paila (Costa Rica 4848). Y el acontecimiento, la pretensión de juntarse a tocar bajo un nombre que habla de quien lo fundó seis años atrás: “La ruta del charango”. Porque habla, claro, de Rolando Goldman. “En el contexto actual, cobra una importancia vital encontrarse alrededor de nuestra música con amigos y compartiendo fraternalmente, sin estridencias”, resume el charanguista ante Página/12. La primera fecha del ciclo anual tendrá como protagonistas al trío del anfitrión que completan Carlos “Zurdo” Álvarez, en guitarra y Juan Cruz Donati, en percusión, más la presencia de dos invitados: Tomás Lipán y Julián Goldman. “Durante el segmento central, invitaremos a Tomás para hacer bailecitos y carnavalitos, porque cada artista viene con su repertorio y nosotros nos sumamos con el trío para compartir la música que nos proponen… por eso nunca se repite el repertorio”, dice el charanguista.

El ciclo surcará el año a razón de un sábado por mes. El próximo (13 de abril) le tocará el turno al guitarrista Juan Falú, y ya están casi aseguradas las presencias futuras de Nadia Larcher, Teresa Parodi, Laura Albarracín y Bruno Arias, entre otros y otras. “A lo largo de los años han venido a esta ruta queridos artistas (Carolina Peleritti, Pachi Herrera, Susanna Moncayo, Lidia Borda y Mónica Abraham, entre otros y otras) y algunos incluso llegados desde sus países especialmente como Los Cholos, del Perú, y Eduardo Betancourt, de Venezuela. Otra arista es que siempre tenemos encuentros previos con los invitados, que no pasan sólo por ensayar, sino que nos damos el tiempo para buscar afinidades que van más allá de la música. Esa buena onda se transmite luego desde el escenario y el público suele percibirla”, asegura el director de la Orquesta Argentina de Charangos, y solista del instrumento la Orquesta Juan de Dios Filiberto.
-Tal vez se incremente esta necesidad gregaria de encontrarse, en los tiempos individualistas que corren.
-Veo un momento muy difícil y complejo, sí. Fundamentalmente para la vida cotidiana de nuestro pueblo. Tenemos un gobierno que plantea un cambio cultural y lo están construyendo con la apropiación indebida de algunos conceptos, como el de "libertario". Yo los llamo `soiratrebil`, al revés de libertarios, porque reivindican a la Argentina de hace 100 años, cuando precisamente no existía ni el Estatuto de peón rural, y en aquellas épicas luchas, los obreros exigían a los patrones que pagaran los gastos generados por la impresión de volantes de protesta. Ahora, el gobierno pretende que los trabajadores paguen los gastos de la represión.

Inevitable que el músico aborde la cosa pública, política. En sintonía con su profesión, Rolando ha sido director nacional de Artes, entre 2004 y 2009 –fue impulsor del programa de Orquestas infantiles y juveniles “Andrés Chazarreta”, entre otros-. Fue artífice también del libro ¿Gestión cultural o Política cultural? Aportes posibles hacia la construcción del trabajo en el terreno de la cultura, y codirector junto a Julián Troksberg del documental Simón, hijo del pueblo, sobre Simón Radowitzky. “Cuando el gobierno habla de libertad, se contradice con uno de sus principales ejes de gobierno, que es el represivo. No tolera la crítica”, insiste Goldman. “Otro ejemplo del engaño, quizás el más cruel, es que todas las decisiones apuntan a favorecer a los más ricos. Hablan contra la casta y en la apertura de sesiones del Congreso la televisión mostraba a Zulemita Menem cantando `la casta tiene miedo`. Increíble”.

-¿Dónde está el antídoto, pues, si la médula “libertaria” es provocar un cambio cultural?

-Está en la memoria histórica impregnada de las músicas y las poesías que recorren nuestra geografía, y también en los rasgos culturales que nos identifican como el abrazo, el encuentro alrededor del mate. La verdadera batalla cultural quizás sea entre quienes pretenden instalar el individualismo y el resto, que es la enorme mayoría de la población. Hay de momento un estado de banalización muy preocupante, en el cual todo lo efímero suele llamar la atención por sobre lo profundo, pero también hay memoria histórica para enfrentarlo.