Diez años atrás, Hugo Rivas iba por su sexto y epónimo disco solista. Lo rodeaba un elenco de lujo -Leopoldo Federico, Julio Pane, Raúl Garello y Luis Salinas, entre otros- y defendía en él una frase que el guitarrista, compositor y arreglador suele repetir: “la melodía es la vedette”. Escuchar las versiones de “La maleva”, tango concebido en 1922 por Antonio Buglione y Mario Pardo, o una suya como “Fantasía nocturna”, fundamentaba largamente la muletilla. Después, llegarían un par de discos más; un extraordinario dúo con el maestro Julio Pane; una acentuada profesionalización que le haría dejar el manejo de la peluquería de Boedo en manos de su mujer e hijo; y varios rumbos que lo fueron transformando en uno de los mejores guitarristas de tango –si no el mejor- hallable, hoy, en el país.

Pero su máxima de acción, claro, sigue intacta. “La melodía sigue siendo la vedette, porque es lo más importante de la música. Creo que de ella sale todo, porque es la que nos hace imaginar, a través de nuestros oídos y nuestra memoria, diferentes situaciones de alegría, nostalgia y melancolía”, dice a Página/12, días antes pasar nuevamente a la acción (viernes 5 de abril a las 21, en el Tasso, Defensa, 1875), pero con una novedad contundente: su compañía será un quinteto de cuerdas. Y su rol no será el de solista, como acostumbra, sino el de arreglador.Más allá de lo que me gusta tocar la guitarra, mi pasión es hacer arreglos”, sorprende el violero porteño, de cara a un concierto en el que promete despacharse con obras de su autoría, versiones clásicas del acervo tanguero y folklórico argentino, y piezas de Juan Pablo Gallardo, el pianista que le orquesta los arreglos.

-¿Por qué te gusta más hacer arreglos que tocar?

-No fue siempre así, pero ahora es porque en esta faceta de mi vida musical, hacer los arreglos para la orquesta me da mucho placer, dado que le doy el espíritu que a mí me gusta. Sobre todo, acompañado por Juan Pablo, que tiene una sensibilidad musical exquisita… Nos entendemos con solo mirarnos.

La singular Orquesta de Cuerdas que propone Rivas para ensalzar melodías forma con Lucía Herrera en primer violín, Luiza Anastacio en segundo violín, Gustavo Barahona en viola, Clemente Silly en cello y Manuel Gómez en contrabajo. “Creo que este formato aporta un color diferente a los tangos clásicos que hacemos, porque los hace sonar distinto; con energía, fuerza y swing”, asegura el músico. “También incursionamos en músicas folklóricas y latinoamericanas, y eso es lo que se verá en el Tasso: un concierto instrumental con diferentes contrapuntos matices y ritmos”.

Será entonces este concierto un paso más en la batalla musical de Rivas. Un trayecto que empezó durante su niñez, cuando empuñó una guitarra por primera vez. Lógicamente, su infuencia eran Los Hermanos Rivas, dúo conformado por su padre Osvaldo, y su tío Néstor, que integró allende los años el conjunto de Adolfo Berón. “Mi padre y mi tío son mis maestros de la vida y de la música. Gracias a ellos agarré la guitarra y no la largué más. Tienen toda la expresividad artística, son grandes intérpretes con sensibilidad única y estilo propio”, agradece Hugo, que suele presentarse junto a la pareja musical que lo guió –más su hermano Adrián-, bajo el nombre de “Los Rivas en Familia”.

El primer disco solista de Rivas hijo y sobrino data de 1993, cuando tenía 19 años. Se llamó Grelísimo, en obvio homenaje a Roberto Grela –otro de sus maestros formadores- y le abrió puertas para codearse con grandes exponentes del género. De Argentino Ledesma –con quien grabó disco, también- a Rubén Juárez. De Hugo Marcel a Néstor Marconi. De Raúl Garello a Juanjo Domínguez, y sobre todo a Leopoldo Federico, junto a quien registró el formidable Sentido único, ganador de un Gardel en 2009, además de ser ternado para el Grammy latino.

De similar tesitura fue el dúo que armó el guitarrista junto a otro grande del fueye: Julio Pane. Ambos interactuaron durante 15 años, devenir que incluyó un extraordinario ciclo en el remozado Marabú (el boliche que había visto debutar a Aníbal “Pichuco” Troilo y su Orquesta, en 1937). “Gran amigo, Pane. Y gran bandoneonista, obvio. Fue con el primero que toqué, porque lo conocí a los 15 años. Hoy, él tiene su proyecto y yo el mío, pero seguimos haciendo música juntos”.

El proyecto al que alude Rivas es su Cuarteto actual, integrado por Diego Kvitko y Alberto Becerra en guitarras, Felipe Traine en guitarrón y Manuel Gómez en contrabajo. “He formado dúos con muchos maestros, tríos, y en estos últimos tiempos tengo este Cuarteto, dónde acabo de incluir percusión para dar swing y un sonido diferente, a lo que se venía escuchando en formatos habituales de conjuntos similares. Integré a Lucas Cánel, quien le dio un color y un timbre percusivo distinto… Soy un guitarrista de swing y el ritmo me puede”, ríe. “Grela una vez me dijo 'Hugo, la música no tiene fin, seguí siempre buscando'. Y esto es lo que trato de hacer todos los días de mi vida: buscar melodías, armonías y ritmos. Creo que vivo para tocar y para tratar de emocionarme”.

-¿Y la peluquería de Boedo?

-Sigue ahí, en el barrio donde nací. Pero ahora son mi señora y mi hijo los que están al frente. Yo, bueno, cada vez más con la guitarra y menos con la tijera.