Luego de girar con enorme convocatoria y repercusión por Chile, Brasil, México, Estados Unidos, Canadá, Portugal, España, Suiza, Alemania y Finlandia entre tantos otros territorios, este martes en el Konex vuelve a subirse a los escenarios locales Tiziano Cruz, el gran artista interdisciplinario que combina políticamente los lenguajes visuales y teatrales con la performance y la intervención urbana para poner foco en las culturas defolklorizadas de las comunidades indígenas del norte de Argentina, de donde él mismo es oriundo. 

Becado por prestigiosas instituciones y ganador de premios nacionales e internacionales, como el reconocido premio Anti Festival en Finlandia en la categoría “Mejor Espectáculo Latinoamericano”, ahora vuelve al país con la ya estrenada “Soliloquilo” y la inminente “Wayqeycuna”, con una única función en la Ciudad Cultural Konex. 

La primera, que en esta oportunidad estuvo acompañada por la comunidad de Mujeres Indígenas Inalmama Warmis Sikuris del territorio indígena Tres Ombúes de La Matanza, fue escrita durante la pandemia mientras Tiziano trabajaba en los hoteles de repatriados, luego convertidos en los “hoteles Covid”, transitando en esos pasillos al borde de la muerte, utilizando el texto original de 58 cartas de reconciliación dirigidas a su madre como una invitación a guerrear en este mundo tan cegado por el capitalismo. Por su parte, en “Wayqeycuna”, que podrá verse el próximo martes 30 de abril, el artista continúa el camino de las mujeres andinas, que tejen sus propios quipus realizados con textiles hechos de cuerdas y nudos a modo de monumentos memoriales, para regresar a su propia infancia y sumergirse de lleno en la comunidad que lo vio nacer, utilizando el archivo y otras experiencias que denuncian la violencia neoliberal sobre las culturas que existen y resisten por fuera de la normativa

Mientras se prepara para participar en el Festival de Avignon y cierra los últimos detalles de la gira 2025 por Asia Oriental, Tiziano dialogó con SOY sobre las circunstancias trágicas vividas en la Argentina que dieron nacimiento a sus obras, sobre sus procesos vivenciales y creativos y sobre los diversos territorios que asalta mediante sus potentes intervenciones.

Tus obras están fuertemente ligadas a tu tierra de origen. ¿Cómo fueron las experiencias internacionales de estos últimos años en lugares tan lejanos?
T.C.:
Desde el 2022 hasta la fecha he tenido una gran exposición internacional, lo que me ha permitido recorrer espacios y territorios que antes, quizás, ni sabía que existían. Las experiencias han sido increíbles pero agotadoras. Todos podemos afirmar de lo maravilloso que es poder viajar por el mundo con lo que uno hace, pero pareciera que está vetado poder quejarse de ello: hay una finitud del cuerpo, de mi cuerpo, el cansancio de las horas de viaje y la alimentación deterioran, muchas veces, hasta el cuerpo más fuerte. Pero hay algo que le temo más, y es el cansancio emocional. Mis espectáculos son biográficos y casi siempre trabajo con comunidades indígenas, migrantes o diásporas que residen en los lugares que voy con mis obras.

¿Y estas comunidades pasan a ser parte de las obras?
T.C.: Llego a conocer sus vidas, a contarles la mía, visito sus territorios, busco comprender cómo viven y en qué podemos ayudar, pero que esta ayuda pueda ser a largo plazo. Por ejemplo algo que siempre buscamos es la manera de cómo pagarles a esas comunidades, porque más del 96% de ellas está por fuera del sistema legal administrativo, entonces necesitamos poder generar un sistema que pueda realmente incluirlas, que el concepto de de-colonial pueda dejar de ser solo conceptual y que realmente se ponga en práctica. Pienso, o al menos yo practico, el dejar esa gran utopía de cambiar el mundo, dejar de perder esa energía enfocada en algo que no va a suceder, y enfocarnos a cambiar las realidades de las personas que nos rodean, una micropolítica. Mis obras apuntan a cambiar las realidades de las comunidades con las que me voy encontrando.

Foto: Matías Gutiérrez


La obra "Wayqeycuna": hermanos míos

La obra "Wayqeycuna", cuyo título proviene de una palabra de la Lengua Quechua que significa “hermanos míos”, estrena el martes por primera vez en Argentina. Entre otras realidades, trata sobre un regreso a la infancia para proponer una reflexión profunda sobre las operaciones de poder, las estructuras y jerarquías raciales que operan en el país y en todo el globo terráqueo. 

Siendo la última de la trilogía “Tres Maneras de Cantarle a una Montaña”, el proyecto en el que se enmarca la obra lleva como bandera un interrogante clave expresado por Tiziano: “¿Qué lugar tiene el arte del cuerpo en un país, donde mi cuerpo desaparece ante el anhelo de una sociedad blanca?”. En su investigación iniciada en 2015 con la muerte de su hermana Betiana, a causa de la negligencia médica en el sistema de salud de la provincia de Jujuy, concibió este acontecimiento y su trabajo no como un caso aislado, sino como parte de la desesperante realidad de que, en Argentina, hay cuerpos que valen más que otros, más que sus cuerpos, debido a la historia indígena que portan: el poder del necropoder, que decide las muertes, las formas de morir y el destino de las existencias no hegemónicas.

“Wayqeycuna” es una obra que estrena ahora pero tiene un largo recorrido con el foco puesto en la infancia.
T.C.: “Wayqeycuna” es una obra dedicada a mi hermana, y a mis hermanos. Habla sobre cómo afrontar el duelo de aquellos cuerpos forzados a desaparecer. La estrené hace casi un mes en Brasil, y justo en el estreno, mi madre, Victorina Urbina, muere postrada en una cama de este sistema de salud de Argentina, esperando los medicamentos para el cáncer. Es muy doloroso empezar este proyecto con la muerte de mi hermana y finalizarlo con la muerte de mi madre. Pertenezco a una parte de la población en la que un día se es niño y al otro día ya se es mayor de edad: la adolescencia es un privilegio de clase, claramente. Por eso encuentro en la infancia las herramientas para poder sobrevivir en este mundo, en este país en donde existe un racismo estructural, donde existe una xenofobia interna, un desprecio por los pobres. La política para muchos de ustedes quizás sea una manera de pensarse en la vida, para nosotros se trata de vida o muerte.

¿Qué podés adelantar de la función del martes?
T.C.: En esa función voy a estar junto a una comunidad de mujeres que trabajan en el Barrio 31 - Barrio Mugica de CABA brindando ayuda a mujeres que sufren violencia de género, además de llevar adelante un comedor para niños y niñas del barrio en una organización que se llama “Somos Fuego”. Es una obra en la que vengo a compartirles no solo mi vida, sino también mi comunidad, mi gente, nuestras creencias. Vengo a proponer otra visión de la muerte, de cómo transitar el duelo, a decirles que si hay una utopía de mundo mejor, este debe ser justo, todos esos niños y niñas que siguen trabajando en condiciones inhóspitas en mineras, fábricas y empresas, solo junto a ellos, sin ellos no, ese mundo que anhelamos será posible.

Wayqeycuna: martes 30 de abril a las 20 en la Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131.

Foto: Diego Astarita