La edad de la ciruela es una de las obras más difundidas del dramaturgo mendocino Arístides Vargas. Escrita a mediados de los años ’90, cuando el también actor y director ya había cumplido 20 años viviendo su exilio en Ecuador, la pieza fue estrenada en Quito por Malayerba, el grupo que fundó en 1979 junto a Charo Francés. Bajo la dirección del autor, ahora es esta misma actriz y directora quien la interpreta junto a Liliana Moreno, en magistral dúo. Las funciones tendrán lugar el jueves 2 de mayo en el Teatro Roma (Sarmiento 109, Avellaneda), y del 3 al 5 de mayo en el Celcit (Moreno 431).

El espectáculo articula una serie de escenas a partir del recuerdo de dos hermanas. Ambas vuelven a la vida los fantasmas de un linaje femenino atormentado por los rigores del abandono y la edad, la soledad y la melancolía. De carácter crítico y poético, el texto recorre cada historia personal modulada por el paso del tiempo. Y si la familia es otra de las trampas en las que caen madres, tías, sobrinas y abuelas, las protagonistas aprenderán que tal vez haya que dar un salto mortal a tiempo para así poner distancia de los padres y hasta de los antepasados.

Acompañado por las dos actrices, cuenta Vargas en diálogo con Página/12 que comenzó a escribir teatro a principios de los ’90, teniendo en cuenta los temas sobre los cuales el grupo quería manifestarse. Además del valenciano Sanchís Sinisterra, entre sus influencias reconoce a los colombianos Santiago García y Enrique Buenaventura. Con los años, Vargas se convirtió en un referente de la dramaturgia latinoamericana, ineludible como autor en talleres de actuación y fiestas del teatro local, aunque también sus piezas se presentan en el exterior, ya que han sido traducidas al inglés, japonés, francés, portugués, italiano y alemán.

Vargas y Francés viven entre Ecuador, España y la Argentina. En Quito sigue activo el grupo que ambos fundaron, de modo que consideran sonriendo que “los históricos de Malayerba tenemos el permiso para ir y venir”. También subrayan que “la trashumancia es parte de la tradición del teatro de América latina”. De hecho, un tema recurrente en las obras de Vargas es el exilio y la ausencia, si bien el humor siempre está presente, como sucede en esta obra o en Nuestra Señora de las Nubes, otro de sus clásicos. En cuanto a Liliana Moreno, a ella también la definen los traslados: luego de años de estar al frente del recordado proyecto Pan y Arte, volvió a Mendoza, la ciudad donde se formó como actriz junto al propio Arístides.

En cuanto a la actualidad que ofrece La edad de… , apunta Moreno que, en realidad, la obra se adelantó a su tiempo, dado que “está presente el tema de la violencia patriarcal y hasta se habla de la libertad de elección del sexo”. Por su parte, Francés sostiene que la obra no parece haber sido escrita por un hombre, tomando en cuenta su sensibilidad femenina. Vargas explica que, en este caso, “el universo de lo masculino aparece, pero por su ausencia. Ahora, a la distancia, puedo pensar que siempre viví asistido emocionalmente por mujeres”, concluye antes de continuar hablando sobre su obra.

-¿Cuáles son los proyectos que estás desarrollando?

-Me interesa, más que dirigir obras mías, hacer experiencias que tengan fuertes motivaciones, raíces más profundas que la necesidad de generar un producto, del que luego nos piden que demos cuenta. Me interesa que las obras se muevan en el ámbito de los afectos, por fuera de la mecánica de lo mercantil.

-¿Cómo se ubica esta obra dentro del resto de tu producción?

-Mis obras se relacionan con la historia argentina, con la dictadura y la post dictadura, y esta obra es, tal vez, la que menos evidencia esos temas. Habla del tiempo humano, de la soledad y el abandono, experiencias que en algún momento todos vivimos.

-¿Hay algo de realismo mágico en el devenir de las historias?

-Quienes han estudiado mi obra la enmarcan allí. El exilio me hizo leer de otro modo lo que ya había leído, como la obra de Juan Rulfo. Y también conocí otros autores, como el ecuatoriano José de la Cuadra, el venezolano Aquiles Nazoa y el colombiano Tomás Carrasquilla.

-¿Por qué hablás de una escritura exiliada?

-En mi obra no hay una territorialidad definida: los personajes pueden ser de cualquier país latinoamericano, padecen una fragilidad espacial. Hoy estamos como mis personajes, que siempre están buscando una armonía que no encuentran. Como ellos, estamos en un exilio permanente, sin proyecto de nación.