Por Pablo Vera

Patricia Bullrich Luro Pueyrredón va de una frustración en otra. El 23 de abril no pudo aplicar el protocolo anti piquetes, algo imposible ante casi un millón de personas enarbolando libros en alto. Y el 1ª de mayo volvió a contrariarse frente a trabajadores marchando con sus sindicatos y organizaciones sociales, con la CGT y las dos CTA.

Conviene recordar la marcha universitaria y la movilización gremial y social junto con el documento que elaboró la CGT. No siempre se da esa producción. Dice en un tramo, sobre el Gobierno nacional: "Desfinancia la salud pública, la educación pública, la ciencia y la tecnología, mientras deteriora gradualmente el valor capital de las pequeñas y medianas empresas”. Y en otro párrafo agrega:  “Convocamos y ponemos a consideración pública de todos los actores sociales e institucionales la construcción de un programa de consenso multisectorial”, porque  “nadie por si solo puede arrogarse cambiar la cultura de un pueblo que se construye y consolida a través de la historia, porque ese cambio pertenece al conjunto de la comunidad argentina”.

La expresa reivindicación de la educación pública, la ciencia y la tecnología, es un punto insoslayable. Prioritario. Y se enlaza con el contenido de la marcha del 23. Dentro de los miles de libros alzados vi cómo una adolescente levantaba “Fahrenheit 451" de Ray Bradbury. 

Bradbury nació en 1920 en Illinois. Hijo de una familia humilde, es un lector precoz. Desde los 12 años comienza a escribir relatos cortos. Jamás renuncia a la lectura. Las bibliotecas son su lugar en el mundo. Vende diarios, y realiza múltiples tareas que le permiten saciar su avidez por el conocimiento, la lectura, la imaginación. Es autor de obras clásicas de la ciencia ficción como “Crónicas Marcianas", de 1950, que aquí Minotauro editó con prólogo de Jorge Luis Borges. Dice en una parte: “Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad”.

“Fahrenheit 451” es de 1953. Bradbury deambula por editoriales y nadie quiere publicar su obra. Finalmente Hugh Heffner de la Revista Playboy lo hace. ¿Por qué tanto incordio? Seguramente porque relata un futuro distópico: el poder político quiere uniformar el pensamiento de los ciudadanos para que obedezcan sin pensar por sí mismos ni ejercer ningún pensamiento crítico. Para ello es imprescindible prohibir los libros y, por supuesto, su lectura. Cuentan con un equipo con el poder de allanar viviendas, secuestrar los libros e incendiarlos. Fernando Báez en “Historia Universal de la destrucción de libros” (2013) relata desde la destrucción de las Tablas Sumerias, la Biblioteca de Alejandría, a la devastación de la Biblioteca Nacional de Bagdad por el ejército de EEUU en 2003.

Montag, el protagonista principal de "Fahrenheit 451", es un bombero cuya labor consiste en quemar libros. Vive con su esposa Mildred en una vida cruzada por la superficialidad y el deseo insatisfecho. Habitan bajo el mismo techo pero casi como entes separados. Montag conoce a Clarisse, una joven que lo hace cuestionarse primero con temor el sentido de su vida y el de la sociedad. Lentamente va despertando en Montag dudas y el deseo de conocer más. Allí descubre al profesor Faber, un intelectual opositor al régimen, aunque sin una práctica activa de enfrentamiento. Aun así le enseña a Montag que “los libros eran solo un receptáculo donde guardábamos algo que temíamos olvidar”, “No son los libros lo que usted necesita sino alguna de las cosas que hubo en los libros”, explica. Más todavía:  “La magia reside solamente en aquello que los libros dicen, en como cosen los harapos del universo para darnos una nueva vestidura”.

Montag comienza con la rebeldía y la desobediencia. Bradbury al describir esa sensación del personaje dice: “Montag tenía infectadas las manos y pronto se le infectarían los brazos. Podía sentir el veneno que le subía por las muñecas, hasta el codo y el hombro". Sobre el final de la novela Montag conoce a Granger, el líder de los guardianes de la palabra escrita. De una forma ingeniosa, los integrantes del grupo deben memorizar un libro. Así la palabra escrita, el libro, el conocimiento, no pueden ser extinguidos.

Esta obra de Bradbury adquiere realmente una relevancia mayor porque fue escrita en una época en la que Joseph McCarthy, el senador republicano creador del Comité de Actividades Anti-Americanas, generó una ola de persecución, odio y censura. Bradbury pese al maccartismo escribió el libro con tal pasión que luego explicaría: “Yo no escribí Fahrenheit 451, él me escribió a mi…”

La reducción a un tercio del presupuesto universitario por parte del Presidente Javier Milei y el ataque al conocimiento y la investigación científica, ¿son una variable de ajuste, se esconde otra intención aún peor o juegan ambas cosas a la vez?

La licuación del pago de jubilaciones y pensiones, el parate en la obra pública, los aumentos tarifarios, la reducción del presupuesto educativo, son las “herramientas fiscales” preferidas para los objetivos macro-económicos del gobierno. Agreguémosle la postergación de pagos y  nuevos endeudamientos en dólares. Sin embargo, esto es solo una parte. El objetivo de dinamitar la educación y la investigación tecnológica tiene un componente ideológico aún más relevante que lo macroeconómico. Como lo explica Pablo Gentili en “Pedagogía de la igualdad: ensayos contra la educación excluyente”, los autores de la Escuela Austriaca, que añora Milei desde Menger, Von Mises, Hayek o Murray Rothbard, descreen del concepto de educación como elemento integrador de la sociedad. Prevalece lo que llaman la “acción individual”. Mises dice: “El individuo vive y actúa en sociedad. Pero la sociedad no es más que esa combinación de esfuerzos individuales. La sociedad en sí no existe, a no ser a través de la acción de los individuos…”. Posteriormente, en pleno auge neoliberal, Margaret Thatcher, otra admirada por Milei, tomaría y divulgaría la definición de Mises. 

Para ellos a idea de comunidad educativa es una anomalía. Aunque lo nieguen, sueñan con el arancelamiento educativo. Para Sandra Carli en “Management público, conservadurismo y reocupación estatal: el lugar del universidades públicas” (2011), desde el macrismo se pretendió reactivar el modelo neoliberal, y en la educación se caracterizó por el desfinanciamiento. La subejecución presupuestaria le restó importancia a la educación universitaria, pretendiendo convertir el conocimiento en mercancía, o directamente controlar su distribución.

Milei pretende cultivar y profundizar esa lógica. Pero también los libertarios sostienen que la educación solo debe atender a quienes tienen capacidades para estudiar. Los demás, no importa su edad, deben ingresar al mercado laboral. La destrucción de la educación pública que pretende Milei sintoniza con su mirada sobre el rol de la Argentina a nivel mundial. Para ser un proveedor de materias primas, nos sobran científicos, ingenieros e investigadores,

Thomas Piketty, el autor de “Capital e Ideología”, dice que “la educación es clave y ha sido un puente para la prosperidad en los países ricos”. Pero para lograrlo "se requiere de una gran movilización política y social”. El martes 23 de abril y el 1°de mayo más de un millón personas en toda la Argentina parece haber leído a Piketty y escuchado a Montag.