Trabajar el campo de la ludopatía convoca a investigar desde lo teórico una práctica consolidada a partir de la experiencia del caso por caso, el estudio singular de sujetos que padecen esta problemática nos libera a inventar diferentes formas de abordajes.

El jugar se convirtió, en sujetos adictos, en una forma de decir lo indecible del síntoma: ese modo particular que forma un centro de atracción desregulado. Llevado a un abismo donde lo mudo de la pulsión de muerte hace un lugar privilegiado, quedando atrapado en un laberinto de repetición insoportable y al mismo tiempo satisfactorio. Sujetos que se autoengañan en diferentes estrategias hasta llegar a suponer que no son parte del acto de jugar, este punto es muy preciso considerarlo como un elemento de lo singular del goce que se encuentra velado, y que no deja que aparezca algún interrogante sobre esa acción del juego. Pero lo que aparece en su lugar es el tormento subjetivo que el sujeto siente cuando el circuito de la acción del juego llega a su fin y notan que la pérdida económica revalida el engaño del goce sintomático, generando un atolladero de situaciones extremas donde la familia queda tomada sin saber qué hacer y cómo abordar el conflicto.

En los adolescentes, encontramos un empuje al juego que responde muchas veces a evadir un sufrimiento que es ajeno y conocido por el mismo joven, sufrimiento donde la palabra no alcanza a nombrarlo o ponerle un nombre donde poder empezar a trabajar, para así posibilitar el encontrar alternativas que sean más acertadas y eficaces para su vida.

Querer evitar este sufrimiento muchas veces convoca a desviar este afecto por la vía de alguna adicción, pueden ser sustancias, puede ser el juego entre otros objetos que ofrece el mercado. Un joven puede elegir el juego como un modo de evadir el sufrimiento, pues el acto de jugar es un mecanismo donde se conjugan varias aristas dentro de la singularidad de cada sujeto. Sin embargo, podemos pensar que en ésa acción hay algo del orden de lo oculto, donde la repetición hace, muchas veces, visible cuando hay otro que puede escuchar.

El juego es un medio donde el niño tiene posibilidad de conjugar un lugar en el otro, asegurarse una invención en el juego donde la fantasía tiene consistencia imaginaria y de esa manera puede conocer su mundo exterior, y así diferenciarse del otro.

Ahora cuando el juego se convierte como un acto de clandestinidad es donde lo podemos llamar ludopático, escuchamos en el consultorio a jóvenes que nos dicen que ellos manejan la situación, no reconociendo o negando que se encuentren en un problema. Creen que van a poder salir airosos de ese síntoma, y esa ilusión es la que lleva a seguir con el encuentro de las apuestas desmedidas, desreguladas y peligrosas.

 

*Psicoanalista. Participante EOL Rosario. Miembro TyA Rosario. En Facebook.