Si paso más de veinticinco horas semanales en videollamadas, implica que estoy más de cien horas mensuales frente a una cámara; así que, a partir de ahora, voy a decir que soy actriz. Soy actriz y mi papel es el de una chica de casi cuarenta años que vive con un gato blanco y negro en un departamento en planta baja en Pichincha, Rosario. 

La elección de vivir en planta baja se manifestó casi como un antojo, un deseo de estar en contacto con la tierra, de tener los pies en el piso. Porque todos sabemos que hay una diferencia entre tener los pies apoyados y sentirlos en el aire, entre tener una casa reposando sobre la tierra y tener una casa apilada sobre otra.

La chica de casi cuarenta años pasa muchas horas en su cabeza, y para salir de ahí (o de cualquier lado), necesita, como cualquier otra persona, piernas. Piernas para caminar y para tocar la tierra, para entrar en el tiempo de la tierra que es el más lento de los cuatro elementos. 

Pero no nos desviemos, volvamos a la actriz, a la chica de casi cuarenta años que hoy hace de Directora de Producción en un show que se transmite en vivo, de lunes a viernes, desde su propio living. Su casa en planta baja es su teatro, y el comedor su escenario. El gato blanco y negro podría decirse que es parte de la escenografía; sus muebles modernos, su alfombra colorida y su cocina gris también. Todo el mundo elogia la alfombra y se ríe cuando el gato entra en escena y hace alguna payasada. Y cuando digo todo el mundo, quizás exagero un poco pero en verdad no tanto. 

El show de la Directora llega a personas de Estados Unidos, Canadá, Filipinas, India, Alemania, Italia, España y Argentina. Ocho países escuchan sus charlas TED caseras en inglés. Ellas (actriz y Directora) pasan muchas horas sentadas junto a su escritorio, en una silla giratoria que combina con el resto de los muebles, miran a cámara, sufren de dolor cervical y a veces de interrupciones. Así es, hay días en que la programación se ve interrumpida por un corte de luz o porque no hay internet. Hay otros, en que la Directora va a la tanda publicitaria porque tocan el timbre de la casa. Generalmente es alguien que está equivocado o que le pregunta a la actriz si tiene algo para dar. 

Ella junta vestuarios de otras películas, trajes espectaculares que sirvan para disfrazar a otros y se las da, porque si hay algo que a la actriz no le gusta es acumular. Hubo un momento en que la actriz disfrutaba de actuar, de hacer el papel de Directora pero últimamente ella está distinta, podría decirse que anda algo enojada con su personaje. Quiere cambiar la trama. Quiere que la Directora diga la verdad. Quiere que le cuente a su jefe cómo se siente, pero eso es algo que jamás haría el personaje de la Directora y al no poder controlarla, la actriz se enoja. 

Y tiene razón pero a la vez no tanto, porque todos sabemos que el proceso creativo es así, que siempre hay una parte que se descontrola porque lo que hacemos de alguna manera vive por sí solo. Entonces no podemos culpar a la Directora, quien ahora toma sus propias decisiones y dirige también una parte de esta película. 

La actriz no está de acuerdo con sus acciones y lo expresa. A veces la actriz dice: ¡basta! y las dos entran en cortocircuito: una quiere improvisar, la otra quiere una vida guionada. La Directora quiere su viaje de la heroína, quiere ponerse una meta, tener una motivación, enfrentar obstáculos, decir sí puedo, no puedo, sí puedo, no, sí, no, sí-no y al final gritar: ¡pude! y fundir a negro la pantalla para que se impriman los títulos. 

Alcanzar cada objetivo propuesto es el big finale de la Directora, nada pero nada le produce más placer que sentir que logra, que cumple, que le aumentan el sueldo, que progresa. Porque esos logros podrán ser invisibles para el mundo real, para personas como vos y yo, pero no para los otros directores que son quiénes co-protagonizan la película de esta empresa ni para los reportes, que a veces son sólo extras. 

A la Directora le encantan los giros que da la trama, en especial cuando la llevan de viaje con sus compañeros (Company Move) y duerme en el penthouse de una casa francesa construida en 1948. Desde afuera la casa francesa parece parte de un papel de carta importado pero por dentro es un lujoso hotel de campo. La Directora sabe que está en un lugar exclusivo que la actriz nunca podría pagar. Entonces, por un día, se esfuerza y trata de que su personaje crezca: agarra una copa de vino del tallo y de manera teatral, se sienta en un sofá clarito y se ríe de chistes que no le causan gracia. Imita a los ricos. Eso le divierte, le divierte jugar a que el mundo es un lugar fácil, a que todo es barato para ella, aunque sea por un día. Y se aprende las líneas y las dice en inglés porque es justamente por eso que los de Casting la eligieron para este papel. 

Ella dice: “Today, I am rich and lazy”. Entonces la actriz le grita que despierte, le dice que esto es una película, que no es real, que ella no es real. Le implora que mire alrededor, que vea como sus jefes armaron este show para que ella crea que el mundo es un lugar liviano y que ahora ella es rica y vaga pero que todo esto es un hechizo porque mañana toca volver. Mañana ella volverá a ser pobre y estresada, otra vez. La actriz grita: ¡corten, corten!, pero la Directora continúa con su papel porque el show siempre debe seguir, y la actriz se queda mirándola en un rincón, hace silencio, y sus ojos se empañan al entender que lamentablemente actriz siempre será menos que Directora.