El tiempo que existe entre el anuncio del paro y movilización de la CGT, previsto para el 24 de enero, contra el mega DNU y la ley ómnibus que pergeñó el gobierno de Mieli, es lo suficientemente extenso como para que las especulaciones sobre intentos de la Casa Rosada para desactivarlo se multipliquen. Por ahora existe --en versión rumor-- la predisposición presidencial a mantener un encuentro con la cúpula cegetista. Sin embargo, entre los principales integrantes de la conducción de la central obrera no prima un espíritu similar. Es más, afirman a este diario que "el plan de lucha es el acordado en el Comité Central Confederal y no se cambia". La razón que hace inamovible el paro y la movilización es que más allá de que el mega decreto pudiese quedar desactivado --milagro judicial mediante-- todavía queda la ley ómnibus, un mamotreto que el triunviro Héctor Daer calificó como "exponencialmente peor que el DNU". 

La estructura CGT es grande, algunos dirían que es gigante. Y como tal, su movilización lleva su tiempo que, de acuerdo a los intereses internos, puede ser más o menos rápida. En el caso actual ha demostrado bastante agilidad. No es para menos, la cacareada reforma laboral que viene a modernizar el mundo del trabajo y que los voceros del gobierno de La Libertad Avanza difunden con exagerado entusiasmo, no es otra que la destrucción de las estructuras sindicales, las obras sociales y sobre todo, el entramado del derecho laboral que protege a los trabajadores y trabajadoras.  

El tamaño de esta maquinaria se verá reflejada en pocos días más, cuando el 10 de enero lleguen a la sede de la CGT los representantes de las 67 delegaciones regionales normalizadas. Este encuentro tiene un doble objetivo. Por un lado busca sumarlos como protagonistas en esta pelea contra el gobierno central y, en ese marco, se pretende que las regionales presionen a los gobernadores y sobre todo a los legisladores nacionales de sus distritos, para que en el Congreso voten en contra tanto el DNU como la ley ómnibus. 

Estas regionales además tendrán que movilizar en sus territorios el próximo 24 de enero, porque si bien el epicentro será el Congreso, la conducción cegetista considera imprescindible que esa imagen se repita en las principales ciudades del país. 

Ahora bien, la concentración en el Congreso ya se considera multitudinaria porque a las columnas de la CGT se suman las que aportarán las dos CTA, los movimientos sociales --los peronistas y los de la izquierda--, más los partidos políticos que acompañarán esta disputa contra el Gobierno central. Algunos entusiastas hablan de un millón de personas colmando la plaza de Los Dos Congresos. 

En la Casa Rosada afirman que han comenzado los contactos como para generar un encuentro entre la cúpula cegetista y el presidente Milei. Es más, consideran que existe la posibilidad de desactivar el paro y movilización con negociación y propuestas claras. Sin embargo, las principales voces del consejo directivo de la central obrera dicen que aunque la invitación se realice y la reunión se concrete, es imposible que se frene el paro y la movilización porque no hay elementos que hagan pensar que se puede llegar a un acuerdo. "Una invitación no se frena nada", dice un experimentado operador sindical.

"Si se frena la aplicación del DNU cambia un poco el panorama, pero queda el debate de las barbaridades que tiene la ley ómnibus. Entonces, el plan de lucha es el acordado en el Confederal y no se modifica", aseguran en el triunvirato de la CGT. 

Entre los que lideran la CGT están los que advierten que "el gobierno va a seguir yendo la frente con más cosas, generando condiciones cada vez más perjudiciales para los trabajadores". La frase rápidamente se vincula con las declaraciones del ideólogo de todos los cambios que impulsa el gobierno, Federico Sturzenegger. Este ministro sin cartera pero con fuerte injerencia en la cabeza presidencial, dijo que en pocos días más se enviará otro proyecto de ley para derogar "160 regulaciones absurdas".

En ese universo complejo que representa el consejo directivo de la CGT están los más entusiastas con el plan de lucha y, como siempre, los moderados. A diferencia de otras oportunidades, los que más impulsaron el paro y movilización son el triunviro Héctor Daer de sanidad y el secretario de Interior, Abel Furlán (UOM). Tanto que de alguna manera desplazaron al camionero Pablo Moyano de las principales declaraciones. La mirada más conservadora llega del lado del grupo conocido como Independientes, donde milita Gerardo Martínez de la Uocra, el estatal Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (obras sanitarias). Estos plantearon que era mejor que el Confederal le otorgue la potestad al consejo directivo de armar el plan de lucha. El Confederal lo hizo, pero antes aprobaron el paro y movilización y el consejo directivo tiene que planificar las acciones siguientes al 24 de enero que, según trascendió, el Gobierno nacional planea decretar para ese día un feriado nacional.

Por ahora y hacia adentro de la CGT la mayoría mantiene los pies dentro del plato. Llamó la atención la ausencia del ferroviario Omar Maturano en el Confederal porque había sido uno de los que había pedido, una semana antes, la realización de un paro general.