Probablemente los dirigentes “libertarios” no lo sepan, y ni que hablar de la ministra antiprotesta (hay poca gente como ella, que ignore casi todo), pero uno de los dos diarios que mantuvo durante años el anarquismo en nuestro país se llamó, justamente, La Protesta (el otro fue La Antorcha).

Fue fundado en 1897 por un grupo de obreros que actuaban en distintos gremios, dirigido al principio por el obrero ebanista español Gregorio Inglán Lafarga, quien había creado el periódico La Revolución Social en 1896, y su primer administrador fue el panadero Francisco Berri. Durante un tiempo representó la voz semioficial de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA); luego estuvo en manos de distintas corrientes del movimiento.

En las páginas de La Protesta (que era oficialmente La Protesta Humana) colaboraron obreros e intelectuales: Antoni Pellicer, Florencio Sánchez, José de Maturana, Emilio López Arango, Rodolfo González Pacheco y el mexicano Ricardo Flores Magón. En sus primeros años, La Protesta Humana trataba muchos temas europeos y era generosa en la edición de publicaciones y folletos, cuyo número igualaba al de las publicaciones de Barcelona. Un espacio notable se dedicaba a las reseñas del quehacer en el movimiento anarquista de España, que, como se sabe, fue muy fuerte, hasta la Guerra Civil, en la que jugó un papel predominante.

En su primera época, La Protesta Humana salió quincenalmente; luego osciló entre semanario y quincenario hasta que el 1 de abril de 1904 se convierte en diario de la mañana. La atmósfera que reinaba en la Argentina a finales del XIX, posibilitaba la mediana libertad de acción, de organización y expresión de los anarquistas, a lo que contribuía también la posición principista negativa que asumió La Protesta Humana contra el terrorismo individualista.

En 1902, con la aparición de la Ley de Residencia y sus dramáticas consecuencias de persecución para el movimiento obrero y la asfixiante presión policial sobre los locales anarquistas, se produce el alejamiento de muchos militantes extranjeros. A las persecuciones se agregan las dificultades económicas propias de este tipo de empresa editorial de gran precariedad material, que viven generalmente gracias a la suscripción de sus militantes. Un paso en la estrategia de divulgación es la simplificación del nombre del diario, quizás para hacer más fácil su voceo callejero y como una manera de imitar a su principal competidor en el campo de las lecturas contestatarias, el periódico socialista La Vanguardia. Así, La Protesta Humana pasó a ser llamado La Protesta. El 1 de abril de 1904 fue transformado en diario y llegó al tiraje, máximo en su historia, de 100 mil ejemplares. 

Hacia febrero de 1905 los talleres de La Protesta son cerrados temporalmente debido al estado de sitio que siguió a la Revolución radical. En 1908 es nuevamente asaltada, incendiada y clausurada. En 1910, está llegando a su punto culminante, convirtiéndose en el único diario anarquista en el mundo que edita a la vez un vespertino: La Batalla. Una vez más sus talleres son allanados y la publicación es clausurada. En 1919 tiene una tirada de 15.000 ejemplares. Durante la década siguiente participó de álgidos debates en el seno del movimiento tomando partido por la tendencia organizadora, específica y antiterrorista, en detrimento de la antiorganizadora, liderada por el grupo de anarquistas en torno al periódico La Antorcha.

La Protesta habría de desempeñar un notable papel en el desarrollo del anarcosindicalismo en la Argentina, en el fortalecimiento de la línea "organizadora" y en el incremento de la participación directa en las actividades de los sindicatos obreros. La misma se avendría con el desarrollo económico-cultural que se operaba aquí en esos tiempos. El fortalecimiento del proletariado urbano se manifestó en los conflictos laborales y dio paso a la formación de sociedades de resistencia combativas.

Dos personalidades sobresalen a lo largo del tiempo entre sus directores. En agosto de 1904 asume la dirección el escritor y abogado Alberto Ghiraldo. En octubre de ese mismo año se anexó como suplemento cultural de frecuencia semanal la primera revista Martín Fierro, también dirigida por Ghiraldo. El alto nivel intelectual del suplemento lo destaca especialmente en la valoración de los distintos órganos culturales de difusión popular. 

Otra figura prominente que llegó a dirigir La Protesta fue Diego Abad de Santillán, militante, escritor, nacido en León, quien vivió entre España y la Argentina, sobre todo en las décadas de mayor actividad anarquista. Fue preso en España; una vez puesto en libertad, en 1918, embarcó con pasaporte falso para Argentina, donde continuó como sindicalista de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) y editor de su periódico. Representó a la FORA durante la formación de la anarcosindicalista Asociación Internacional de los Trabajadores, en Berlín, en 1922. De regreso en la Argentina, continuó con su militancia dirigiendo con otro español, Emilio López Arango, La Protesta, para la que tradujo la biografía de Bakunin de Max Nettlau, y colaboró con la FORA. Enfrentado desde el primer momento con el golpe de Estado del general José Félix Uriburu (6 de septiembre de 1930), fue condenado a muerte por intento de sedición y perseguido por la policía, pero logró escapar a Montevideo. Al proclamarse la República en España, en 1931, se dirigió nuevamente allí; pero tras una corta estadía regresó a la Argentina, donde vivió en la clandestinidad continuando su militancia y escribiendo algunos libros teórico-doctrinales, hasta que a finales de 1933 retornó a España afincándose en Barcelona. Entre diciembre de 1936 y abril de 1937 fue miembro del gobierno catalán con el cargo de consejero de economía de la Generalidad de Cataluña.

La Antorcha dejó de aparecer poco después del golpe de Uriburu, en 1932. La Protesta, clausurada y perseguida por los golpes y por la última dictadura cívico-militar, aparece intermitentemente desde 1983.

Mario Goloboff es escritor y docente universitario.