Desde Lisboa

Las cenizas del nieto de Jerónimo --ese pastor analfabeto que se despidió de cada uno de los árboles que tenía en su huerto abrazándolos-- están bajo un olivo centenario traído de su tierra natal, Azinhaga do Ribatejo, en la plaza Campo das Cebolas, con vistas al río Tajo, y frente al encantador edificio Casa dos Bicos, la sede de la Fundación José Saramago. Junto a la lápida con el nombre del escritor puede leerse el epitafio, la última frase de su novela, Memorial del convento: “No subió hacia las estrellas, si a la tierra pertenecía”. El sol del mediodía derrama su luz sobre Alfama, “encerrada entre cuatro paredes de agua”, como cantaba Amália Rodrigues, en la canción titulada con el nombre del barrio más antiguo de Lisboa, cuna del fado y el lugar donde vive Pereira, el personaje de Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. Una turista se acerca al olivo con intención de abrazarlo, como si la gruesa memoria del tronco bifurcado en dos nudos la invitara a imprimir sus manos en la comunidad de lo viviente.

La fachada de Casa dos Bicos está revestida de piedras talladas en forma de punta de diamante, los llamados “bicos” que son la punta de lanza de la influencia arquitectónica del Renacimiento Italiano. La Fundación José Saramago, que funciona en este edificio desde 2012, fue creada por el propio escritor en una declaración de principios que firmó en Lisboa el 29 de junio de 2007. El objetivo es defender y difundir la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la promoción de las literaturas y la defensa del medio ambiente, con especial atención a los problemas del calentamiento global del planeta. Esta institución privada, que tiene como fuentes de financiación los derechos de autor de la obra de Saramago (1922-2010), el aporte de los socios, las entradas y lo que se vende en la librería, llevará a la Argentina Tomemos la palabra y la iniciativa los ciudadanos de a pie, una exposición que se inaugurará el próximo 3 de mayo en la Biblioteca del Congreso como parte de las actividades de Lisboa como ciudad invitada a la 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Obrero de las letras

Subir las escaleras es una invitación a elevarse entre breves citas de los libros que se leen escalón tras escalón, como si la Fundación llamara a ponerse en “modo Saramago” antes de ingresar. Imposible no ver las letras estampadas; algunas frases son más reconocibles o fáciles de traducir para el visitante de a pie con dudosos conocimientos de la lengua portuguesa “Aparte de la conversación de las mujeres, son los sueños los que sostienen al mundo en su órbita”. Las mujeres sonreímos con la íntima satisfacción de encontrar a un interlocutor “feminista” en ese fragmento de Memorial del convento. “Miraré tu sombra si no quieres que te mire a ti”, se lee de El Evangelio según Jesucristo. En el primer piso, el director de la Fundación Saramago, Sérgio Machado Letria, y el director de Comunicación, el periodista y escritor brasileño Ricardo Viel, recorren La semilla y los frutos, la exposición permanente dedicada a la vida y obra del autor de Ensayo sobre la ceguera, que reúne numerosos manuscritos, documentos, primeras ediciones y centenares de traducciones a más de 40 lenguas.

Una reflexión de este obrero de las letras, autor de más de cuarenta títulos, resulta pavorosa por su actualidad. “Si el hombre no es capaz de organizar la economía mundial en orden a satisfacer la necesidad de una humanidad que se está muriendo de hambre y de todo, ¿qué humanidad es esta? Nosotros, que nos llenamos la boca con la palabra humanidad, creo que todavía no hemos llegado a eso, no somos seres humanos. Quizá llegaremos un día a serlo, pero no lo somos, nos queda muchísimo. El espectáculo del mundo lo tenemos ahí, y es algo escalofriante. Vivimos al lado de todo lo que es negativo como si no tuviera ninguna importancia, la banalización del horror, la banalización de la muerte, sobre todo si es la muerte de otros, claro (…) Y mientras no se despierte la conciencia de la gente esto seguirá igual. Porque mucho de lo que se hace, se hace para mantenernos a todos en la abulia, en la carencia de voluntad, para disminuir nuestra capacidad de intervención cívica”.

En las vitrinas se exhiben el carné de estudiante de Saramago de la Escuela Industrial Afonso Domingues, para el año escolar 1939-1940; el cuaderno escolar de 1933, que contiene notas académicas tomadas diariamente por su profesor, el Sr. Vairinho, de quien habla en Las pequeñas memorias; A Toutinegra do Moinho, de Émile de Richebourg, el primer libro que leyó en su vida y que su madre guardaba en el aparador de la cocina; “Morte de Homem”, cuento mecanoscrito con correcciones manuscritas, publicado en el Díario de Lisboa el 28 de diciembre de 1950; “O Sr. Cristo”, cuento publicado en la revista Seara Nova el 25 de Marzo de 1950. También está la primera novela que publicó a los 26 años en 1947, inicialmente titulada A Viúva, que la Editorial Minerva cambió por el título de Terra do Pecado; y el manuscrito de Claraboya, fechado el 5 de enero de 1953, que recién se publicaría en 2011, un año después de su muerte.

Después de terminar la escuela, Saramago trabajó como cerrajero en un taller de reparación de automóviles. Se casó en 1944 con Ilda Reis, que pronto se convertiría en una de las artistas visuales más importantes de Portugal. En 1947, el mismo año en que publicó su primera novela nació su única hija, Violante. Durante diecinueve años, hasta 1966, cuando publicó Os Poemas Possíveis, estuvo ausente de la escena literaria portuguesa. Trabajó en la editorial Estúdios Cor y se dedicó a traducir del francés a Colette, Pär Lagerkvist, Jean Cassou, Maupassant, André Bonnard, Tolstói, Baudelaire, Étienne Balibar, Nikos Poulantzas, Henri Focillon y Jacques Roumain, entre otros.

Los caminos de la vida

“Pasó mucho tiempo sin publicar. ¿Se estaba preparando porque no tenía nada para decir? La vida lo llevó por otros caminos”, cuenta Ricardo Viel, autor de Un país levantado en alegría, la reconstrucción de cómo fueron los días en la vida del Premio Nobel otorgado por primera vez a un escritor portugués. En los primeros años de la década de 1950, el joven Saramago intentó escribir varias novelas que nunca terminó o que sólo esbozó como Os Emparedado. “Tal vez no pueda escribir esta novela. Tendría que poner demasiado de mí mismo en ella para hacerla creíble. Llevo quince años revolcándome en mí mismo. ¿Para qué seguir? Es una pregunta sin respuesta. Creo que no tengo más remedio que seguir revolcándome. No sé hacer otra cosa”, confiesa en unas notas inéditas.

Los caminos de la vida continúan; se divorció en 1970 y comenzó una relación con la escritora Isabel da Nóbrega; en abril de 1975, con la Revolución de los Claveles, se convirtió en sudirector del periódico Diário de Notícias, cargo que ocupó hasta noviembre de ese mismo año, cuando fue despedido por el giro provocado por el golpe militar. ¿Qué podía hacer un hombre desocupado por razones políticas, un hombre que nunca ocultó su militancia comunista? Entonces decidió dedicarse por entero a la literatura y averiguar lo que valía como escritor. En 1980 publicó Levantado del suelo, la historia de una saga de campesinos sin tierra del Alentejo portugués desde 1910 hasta la Revolución de los Claveles, novela que dio origen a la forma de narrar que caracteriza la ficción de Saramago: sin la puntuación normativa estándar, sin puntos y comas, puntos suspensivos, y con una integración de los diálogos como un flujo de voces que se distinguen porque después de una coma la mayúscula marcará el cambio de la voz que interviene. En una de las vitrinas están las transcripciones de las entrevistas hechas por Saramago a campesinos de Lavre en 1977 para la novela Levantado del suelo. Durante la década del 80 publicó Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, La balsa de piedra, Historia del cerco de Lisboa.

Diplomacia afectiva

En la vida de Saramago, en 1986, apareció Pilar del Río, una periodista y traductora española, que leyó La muerte de Ricardo Reis y viajó a Portugal para hacer la ruta literaria de la novela y conocer al autor. Viel cuenta que Pilar lo llamó por primera vez el 11 de junio y se vieron tres días después. En la agenda personal del escritor está el registro manuscrito de la primera vez que se encontraron, el sábado 14 de junio de 1986. Anotó mal el apellido “De los Ríos”, que aparece tachado y luego escrito correctamente. Hay un poema que escribió, “Catorce de junio”, dedicado a esa mujer, veintiocho años menor. Entonces empezaron a intercambiar cartas entre Sevilla, donde residía ella, y Lisboa. “Hay una carta que es un modelo de la diplomacia afectiva en la que Saramago le pregunta si las circunstancias de la vida de ella permitirán que él pueda pasar por Sevilla”, recuerda Viel y agrega que al año Pilar se instaló en Lisboa y fue la pareja del escritor hasta 18 de junio de 2010, cuando murió en su casa de la isla de Lanzarote.

Acá no vivió ni murió Saramago; no hay en las paredes, en el suelo, en el techo alguna señal, huella o marca de su espíritu, como se suele esperar cuando se visita la casa de un escritor. ¿Qué buscamos contemplando el espacio habitado en otro tiempo, reciclado con la aspiración de recuperar al niño o al joven que encuentra en el poder taumatúrgico de la palabra un destino literario? El proyecto expositivo de Fernando Gómez Aguilera logra tejer los hilos de la vida y obra integrando la indagación existencial con el compromiso intelectual a través de la incorporación de numerosos manuscritos, cuadernos, libretas, diarios, ediciones de los libros, fotografías y videos para desplegar el complejo mundo saramaguiano. En una de las paredes se puede ver a Saramago con Susan Sontag, con Gabriel García Márquez, con Mario Vargas Llosa, con Chico Buarque, con Mario Benedetti, con Ernesto Sabato y Kenzaburo Oé, entre otros escritores y artistas.

Un pequeño país, una gran lengua

En el espacio dedicado al momento en que se convirtió en el primer escritor portugués en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1998, Viel recuerda que a la hora en que anunciaban al ganador el escritor esperaba un vuelo para regresar a España. Teresa Cruz, responsable entonces de la prensa en la Feria del Libro de Frankfurt llamó al aeropuerto para avisar que había ganado el premio e impedir que el escritor viajara. Una azafata le comunicó la novedad a Saramago, que después del nobel publicó La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez, Las intermitencias de la muerte, El viaje del elefante y Caín. Como sucedió con Fernando Pessoa, han aparecido textos inéditos de Saramago y bocetos inconclusos de novelas después de su muerte. ¿Es válido publicar todo lo que escribió un escritor?, pregunta Página/12. Sérgio Machado Letria, el director de la fundación, asegura que “no será todo publicable” y que los materiales que se decidan editar se harán con estudios críticos y textos de especialistas.

 

El estudio de Saramago reproduce el espacio en el que escribía con objetos originales como su mesa de trabajo, la máquina Hermès, que compró de segunda mano y que utilizó hasta la redacción de Historia del cerco de Lisboa, en 1989; sus anteojos; plumas estilográficas; algunas piedras recogidas en lugares simbólicos, como Timor Oriental o Chiapas; la pipa de sus tiempos de fumador; su primera biblioteca personal; tres volúmenes de Montaigne, en francés, de gran valor sentimental para el autor; libros de consulta frecuente (de historia, geografía, literatura) y un grabado de Júlio Pomar. Sobre la mesa, junto a la máquina de escribir y sus anteojos, está el diccionario de la lengua portuguesa que habitualmente utilizaba, acompañado de la frase “Un pequeño país, una gran lengua”.