Un fin de semana de noviembre, 49 años atrás, el Ejército interrumpió una fiesta patronal que durante esos días tomaba forma en la plaza central de Urdampilleta, un pueblito del centro bonaerense rodeado por las ciudades de Bolivar y Olavarría. Varios jeeps, un camión, decenas de uniformados con armas y despliegue de toda la pantomima para llevarse a un hombre: el sacerdote Omar Dinelli, miembro del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. A plena luz del día, y con decenas de pobladores como testigos, los militares esposaron al párroco, lo subieron a un camión y se lo llevaron. Pasó unos días en la Comisaría de Olavarría y luego comenzó un periplo por diferentes cárceles del país. Fue liberado en plena dictadura, en 1976, y se exilió. Su caso recién ahora comenzó a ser expuesto en el marco de un juicio de lesa humanidad. Solo hay un responsable acusado: Américo Ferrer, exjefe de Logística del Área militar 124.

Dinelli tiene hoy 85 años. Sigue viviendo en Francia, en donde se asentó exiliado de Argentina. Nunca declaró ante la Justicia y tampoco lo hizo en el marco del juicio “La Huerta”, en el que Ferrer es acusado por su secuestro, entre otros delitos de lesa humanidad. Dinelli atraviesa algunos achaques de salud, pero está entusiasmado respecto de que finalmente lo que sufrió en los años previos al golpe de Estado y el terror desatado, tenga cierto grado de reparación.

“Pasaron casi cincuenta años, lo que sucedió lo marcó para siempre, lo sacó de su país, ya no pudo volver. Es importante que un tribunal deje asentado que lo que sufrió fue un crimen”, contextualiza ante este diario Lucas Bilbao, investigador de la Universidad Nacional del Centro bonaerense (Unicen) y testigo especializado en el juicio que expuso sobre el caso Dinelli.

Investigador del Instituto de Estudios Histórico-Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la Unicen y del Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales del Conicet/FCH/Unicen también subraya el valor de las investigaciones duras en los procesos de memoria, verdad y justicia, de reconstrucción y de reparación. “Para esto sirven también las ciencias sociales y las investigaciones académicas”, indica.

El testimonio de Bilbao en el debate oral y público es rico en aportes a la causa por varias cuestiones. Primero, porque el Instituto de Geografia, Historia y Ciencias Sociales, del que es parte, resguarda el archivo del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, que Dinelli integró. Luego, porque fue quien realizó el informe técnico que la Fiscalía de Azul requirió al Instituto en el marco de la instrucción de la causa sobre el secuestro de Dinelli y a modo de prueba. Una prueba que, por supuesto, la defensa de Ferrer se preocupó por desacreditar. No lo logró. Por último, porque Bilbao dialogó varias veces con el sacerdote para la realización del informe técnico, para el que también visitó Urdampilleta.

“Fue sorprendente hablar con vecinos y vecinas del pueblo porque aún muchísimo tiempo después recordaban el episodio, su relato coincidía”, destaca el investigador, que dio por primera vez con la historia del sacerdote a principios de los años 2000, a partir de una investigación realizada por estudiantes secundarios de la zona en el marco del programa Jóvenes y Memoria.

Un secuestro a plena luz del día

El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo fue uno de los colectivos sociales, religiosos y políticos especialmente golpeados por la represión ilegal desatada durante la década de los 70 en Argentina. Los sacerdotes que fueron presos políticos fueron alrededor de 50, calcula Bilbao. Dinelli fue uno de ellos.

El 22 de noviembre de 1975 era sábado. Por la tarde, la fiesta pastoral que se estaba llevando a cabo en el centro de Urdampilleta, se vio interrumpida y opacada. Una patota del Ejército a bordo de varios jeeps y de un camión militar del regimiento de Olavarría irrumpió en el lugar y allanó la parroquia donde vivía Dinelli. Le dieron vuelta la biblioteca donde habían “libros de Pablo Freire, análisis marxistas, libros de Perón, la literatura política que se leía en la época”, reconstruye Bilbao en base a informes de inteligencia. Lo buscaban a él, pero Dinelli resistió: “Quisieron llevárselo por la fuerza, pero se negó: de ahí solo lo sacaban muerto, les dijo. Y se fueron”, apunta el investigador. 

Por los relatos de vecinos, supo que había mucha gente presenciando el episodio porque ese día se proyectaba una película y se hacía una carrera de bicicletas para infancias y las familias. “Quedaron todos conmocionados”, reconstruye Bilbao.

Los militares se fueron aquel día, pero regresaron al siguiente. Domingo 23 de noviembre, horas de la tarde. “Los jeeps y el camión ingresaron por la parte de atrás de la parroquia a la zona”, detalla en base a la información que pudo recoger.

Américo Ferrer era el responsable de la patota, jefe de Logística y miembro de la plana Mayor del Área 124 con asiento en el Regimiento de Caballería de Tanques 2 de Olavarría. Lo acompañaba Vicente Belsito, quien sucedió en el cargo a Ferrer a partir de diciembre de 1975 y murió impune. Volvieron para llevarse al párroco: “Lo llevan atrás de un jeep, lo esposan y lo suben al camión", resume el académico.

Dinelli estuvo alrededor de un día en la comisaría de Olavarría. Luego fue trasladado a la cárcel de Sierra Chica, donde años antes había sido capellán. Allí, contextualiza Bilbao, “la misma gente con la que él trabajó ahora le pegaba y lo maltrataba, él sufrió mucho todo eso”. Tres semanas estuvo incomunicado. Luego, fue trasladado a Devoto y más tarde a Resistencia, antes de ser liberado en junio de 1976. En el marco de una entrevista otorgada a la escritora Marta Diana, el sacerdote contó que en las prisiones fue maltratado: “El maltrato, las torturas y la incomunicación eran lo habitual para los presos políticos”.

“Cuando lo liberaron tuvo que estar ‘guardado’ en el Seminario de Azul, bajo libertad vigilada. Cuando mataron a los curas riojanos (Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville) y a (el obispo Enrique) Angelelli decidió que estaba todo demasiado duro y se fue”, concluye el investigador. 

Dinelli volvió a Argentina en 1984 y en 2019, a propósito de la beatificación de aquellas víctimas de la última dictadura.

El juicio

A mediados del año pasado, el caso de Dinelli fue incorporado junto a otros sucedidos en la jurisdicción de Olavarría en el juicio que desde hace dos años repasa en los Tribunales Federales de Mar del Plata los crímenes de lesa humanidad que sucedieron en lo que se conoció como Subzona12, un territorio que incluyó esa ciudad, Tandil y Azul, y otras más pequeñas como las Flores, Benito Juárez, Saladillo, entre otras. Se lo conoce como “La Huerta” por el centro clandestino que tuvo ese nombre y funcionó en Tandil. Ferrer es uno entre los 26 miembros del Ejército, de la Policía, del Servicio Penitenciario y civiles acusados. La investigación preliminar la desarrolló la Fiscalía de Azul durante casi una década.